Autor: MAIZAR / Fecha: 04/05/07
FAO: LA BIOENERGÍA Y LA SEGURIDAD ALIMENTARIA EN AMÉRICA LATINA Y EL CARIBE
INTRODUCCIÓN
En los últimos tres decenios, la bioenergía ha sido parte integral de la labor de la FAO. Recientemente, se puso en marcha un proceso en la FAO, como organismo de generación de conocimiento, análisis y divulgación, para entregar políticas directas y asistencia técnica en el campo a los países miembros, movilizando su experiencia interdisciplinaria en cuestiones de bioenergía, que van desde consideraciones de agronomía, uso de la tierra, género, tecnología, industria y medio ambiente.
En este sentido, la FAO ha preparado una Plataforma Internacional de Bioenergía (IBEP) que tiene como finalidad ofrecer los nexos decisivos para facilitar la transición hacia un futuro de energía sostenible, acoplando los beneficios locales con los mundiales y teniendo en cuenta el bienestar de las futuras generaciones. Sin embargo, es necesario aún más investigación y asistencia técnica en estas áreas aprovechando el potencial para maximizar las oportunidades derivadas de la producción de bioenergía y minimizar los riegos de afectar negativamente la seguridad alimentaria.
ALGUNOS ANTECEDENTES DE LA BIOENERGÍA Y LA SEGURIDAD ALIMENTARIA
La búsqueda de fuentes alternativas de energía está intensificándose impulsada por los elevados precios del petróleo y la creciente preocupación en relación con la seguridad energética y el cambio climático mundial. Muchos países están adoptando mandatos e incentivos para incrementar el uso de fuentes renovables de energía, incluida la bioenergía, esto es, la energía derivada de fuentes biológicas como los cultivos, los árboles y los desechos.
Al mismo tiempo, la comunidad internacional está tratando de mejorar el acceso de la población rural pobre a servicios energéticos modernos, en reconocimiento del papel esencial de la energía a fin de alcanzar los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM). Casi 1600 millones de personas en todo el mundo carecen de acceso a la electricidad, y unos 2500 millones de personas dependen de formas tradicionales de bioenergía como la leña, el carbón vegetal y los excrementos de animales para cocinar.
La expansión de sistemas modernos de bioenergía podría contribuir a reducir las emisiones de gases de efecto invernadero, promover la seguridad energética de los países importadores de energía, generar nuevas oportunidades de ingresos en las zonas rurales y mejorar el acceso de los pobres a la energía, todo lo cual tendría implicaciones positivas para el medio ambiente y la reducción de la pobreza. Sin embargo, el aumento de la producción de bioenergía dará lugar a demandas nuevas considerables en la base de recursos naturales, con posibles consecuencias perjudiciales de índole ambiental y social.
La bioenergía presenta tanto oportunidades como riesgos respecto de cada una de las cuatro dimensiones de la seguridad alimentaria (disponibilidad, acceso, estabilidad y utilización). Las implicaciones de la bioenergía para la seguridad alimentaria de la bioenergía dependerán de la escala y el tipo de sistema que se considere, la estructura de los mercados de productos y energía, y las decisiones en materia de políticas agrícolas, energéticas, ambientales y comerciales. En el sector de la bioenergía están produciéndose rápidos cambios tecnológicos que representan otra gran fuente de incertidumbre en relación con la seguridad alimentaria.
IMPORTANCIA DE LOS BIOCOMBUSTIBLES
Los biocombustibles líquidos son el segmento de más rápido crecimiento del sector bioenergético. Dado que los biocombustibles líquidos se producen en la actualidad fundamentalmente a base de cultivos agrícolas que también se utilizan para la alimentación y los piensos, tienen repercusiones directas en la seguridad alimentaria por medio de sus efectos en los precios de los productos básicos. Los biocombustibles líquidos proporcionan actualmente el equivalente de 20 millones de toneladas de petróleo (EMTP) aproximadamente, o lo que es lo mismo alrededor del 1 % y de la demanda mundial de combustible para el transporte por carretera y menos de 0,3% de total de oferta energética. Las proyecciones correspondientes a 2030 indican que la producción de biocombustible líquido podría alcanzar una cantidad de 92 a 147 EMTP, esto es, entre el 4 % y el 7 % de la demanda para el transporte por carretera, dependiendo de la hipótesis sobre políticas que se emplee.
El etanol, que representa más del 90 % del suministro mundial de biocombustibles líquidos, se produce fundamentalmente a partir de la caña de azúcar y del maíz, aunque pueden utilizarse otros cultivos amiláceos. Asimismo están elaborándose nuevas tecnologías para la producción de etanol a partir de materias básicas “lignocelulósicas” tales como hierbas, madera, residuos forestales y de cultivos y desechos municipales, aunque aún no se aplican comercialmente. Cuando estas tecnologías de segunda generación lleguen a ser viables desde el punto de vista económico, podrían reducir la demanda de cultivos alimentarios y forrajeros para la producción de etanol.
El biodiésel, segunda mayor forma de biocombustible líquido, se produce a partir de semillas oleaginosas como las semillas de colza, soja, palma, coco y jatrofa. El biodiésel puede esterificarse , para lo que se requieren procesos de refinación industrial, como resultado de lo cual se obtiene un producto que puede sustituir fácilmente al diésel a base de petróleo. Asimismo puede utilizarse como combustible el aceite vegetal natural “no esterificado”, pero para ello son necesarios algunos ajustes especiales de los motores que lo emplean. También están elaborándose nuevas tecnologías que permiten producir biodiésel a partir de madera y paja.
Si se producen de manera sostenible, los biocombustibles pueden proporcionar una fuente de energía neutral desde el punto de vista de las emisiones de CO2, o capaz incluso de reducir dichas emisiones. Los biocombustibles pueden contribuir a la mitigación del cambio climático mediante la sustitución de los combustibles fósiles y la retención del carbono en los bosques y los suelos. No obstante, la capacidad de los biocombustibles para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero varía dependiendo de las formas de producción y utilización de la biomasa.
La eficiencia técnica y económica de los sistemas de biocombustibles varía ampliamente. En el caso de algunos biocombustibles, especialmente el etanol, son muy importantes las economías de escala, de manera que las instalaciones grandes y modernas son por lo general más rentables que las instalaciones de menor tamaño. Algunos sistemas de biodiésel dependen en menor medida de las economías de escala y, por lo tanto, pueden brindar más oportunidades a los productores descentralizados y en pequeña escala. Los costos de producción del biocombustible dependen fundamentalmente de los costos subyacentes de producción de la materia básica, por lo que los productores agrícolas con bajos costos tienen mayores probabilidades también de producir bionergía a bajo costo.
LAS DIMENSIONES DE LA SEGURIDAD ALIMENTARIA Y LA BIOENERGÍA
La expansión del sector bioenergético podría afectar a la seguridad alimentaria, de las familias y de los países, a través de cada una de sus cuatro dimensiones. Que los efectos para la seguridad alimentaria sean positivos o negativos dependerá de la tecnología concreta y de la elasticidad de sustitución entre la materia prima utilizada para la producción de energía y alimentos.
Una transición de la utilización tradicional de bioenergía a servicios energéticos modernos, derivados de la biomasa o de otras fuentes energéticas, tendría muy probablemente implicaciones positivas para la seguridad alimentaria de la mayoría de las personas afectadas. Una expansión de la producción de biocombustible líquido podría tener efectos positivos o negativos dependiendo de la velocidad y la escala del cambio
Disponibilidad
La disponibilidad de suministros alimentarios adecuados podría verse amenazada por la producción de bioenergía si la tierra y otros recursos productivos se desvían de la producción de cultivos alimentarios.
En la actualidad se utilizan alrededor de 14 millones de hectáreas de tierra para la producción de biocombustible líquido, que equivalen a cerca del 1 % de la tierra cultivable del mundo, proporción que podría alcanzar del 2,5 % al 3,8 % para 2030 dependiendo de la situación.
América Latina y el Caribe tienen una amplia capacidad de producción, exportación y capacidad de importar alimentos, por lo que la disponibilidad no es el principal problema de la seguridad alimentaria. La región presenta un mayor crecimiento en la producción de alimentos y una mayor proporción de exportaciones de alimentos respecto al promedio mundial.
En general los países de Centroamérica, cuya dieta está basada en el maíz, son los que presentan mayores riesgos de disponibilidad de alimentos, ya sea por una baja en la producción nacional, debido a efectos climáticos adversos, o en una reducción de su capacidad para importar debido al aumento potencial de los precios de maíz, que es la base de alimentación.
De acuerdo a la CEPAL los países con mayor potencial de expansión de la frontera agrícola, en base a caña o maíz, son: Brasil, Bolivia, Argentina, Colombia, Paraguay y Uruguay. En biodiésel los países con mayor potencial, a partir de soja o palma aceitera, son: Brasil, Argentina, Perú, Colombia, y Bolivia.
El grado de competencia entre los cultivos energéticos y la producción de alimentos y forrajes dependería, entre otras cosas, de los progresos respecto del rendimiento de los cultivos, la eficiencia de la alimentación del ganado y las tecnologías de conversión de la bioenergía.
Acceso
Si la producción de bioenergía hace que aumenten los precios de los productos, el acceso de los compradores netos de alimentos con bajos ingresos podría verse amenazado, al menos a corto plazo. Por otra parte, unos precios más elevados de los productos básicos podrían entrañar un aumento de los ingresos de los productores, con implicaciones positivas para su acceso a los alimentos.
A más largo plazo, los productores agrícolas probablemente responderán a un aumento de los precios incrementando la producción, lo que a su vez debería tener como resultado una disminución de los precios, condicionado a las estructuras de mercado en cada país y los tiempos de ajuste.
El grado en que la producción de biocombustible afectará a los precios de los productos básicos depende de la escala y la velocidad de la expansión, que, a su vez, vendrá determinada por los precios del petróleo y el entorno de políticas relativas a los biocombustibles.
La ampliación del mercado de materias básicas para biocombustible ofrece una nueva oportunidad a los productores agrícolas y podría contribuir de manera significativa al aumento de los ingresos de los agricultores y los trabajadores agrícolas que se encuentren en buenas condiciones para aprovechar la oportunidad. Además el sector bioenergético podría ofrecer oportunidades de empleo en las zonas rurales atrayendo inversiones y estimulando la economía rural.
Estabilidad
En el plano nacional, muchos países consideran su dependencia de las importaciones de petróleo como una fuente de riesgo geopolítico y financiero. Estos países podrían considerar el desarrollo de un sector bioenergético nacional como un amortiguador de las crisis de precios y la interrupción de los suministros de petróleo. La reducción del gasto en importaciones de petróleo permitiría a los países importadores de alimentos con bajos ingresos conservar sus escasas reservas de divisas para financiar sus importaciones de alimentos.
El efecto ambiental neto de los biocombustibles varía ampliamente, dependiendo de los recursos necesarios para su producción y de las emisiones liberadas como resultado de su producción y utilización.
Utilización
La bioenergía podría afectar esta dimensión pero menos directamente que en demás aspectos. Por ejemplo, algunos sistemas de producción de bioenergía exigen cantidades considerables de agua lo que podría afectar la disponibilidad de este recurso natural. Por otra parte, si la biotecnología moderna reemplaza a fuentes más contaminantes o amplía la disponibilidad de energía para los pobres de las zonas rurales, podría tener repercusiones positivas para el estado de salud y la utilización de los alimentos.
EL NEXO ENTRE LAS POLÍTICAS AGRÍCOLAS, AMBIENTALES,
ENERGÉTICAS Y COMERCIALES
En casi todo el mundo, la producción de biocombustibles cuesta considerablemente más que la de la gasolina o el diésel convencionales.
Los países que han desarrollado industrias sustanciales de biocombustibles se han apoyado típicamente en una combinación de medidas fiscales (desgravaciones fiscales, subvenciones, aranceles a la importación), medidas de sustentación de precios y objetivos de uso obligatorio, al menos en las fases iniciales.
Para mejorar la competitividad subyacente de la industria será necesaria una reducción significativa del costo de producción de los biocombustibles, los cuales varían según el tipo de materia básica y la tecnología de conversión, el lugar donde se produce, el rendimiento de la biomasa, el costo de la mano de obra, el costo de la tierra y el acceso al capital
En el sector bioenergético influyen en gran medida las políticas relacionadas con al menos cuatro ámbitos: el medio ambiente, la agricultura, la energía y el comercio. La falta de coherencia entre los ámbitos de las políticas en los planos nacional e internacional significa que las novedades relativas a la bioenergía son difíciles de predecir.
CONCLUSIONES Y LINEAMIENTOS DE ACCIÓN
La percepción generalizada es que la tierra arable está totalmente ocupada o que existe poco margen para ampliar a nuevos cultivos. Las cifras muestran lo contrario. En América Latina y el Caribe la utilización de tierras podría subir de 150 millones a 244 millones de hectáreas, lo que representaría un aumento del porcentaje de utilización de tierras arables totales del 16 al 23%.
Parte de esta tierra arable disponible podría ser utilizada para cultivos energéticos en beneficio de millones de pequeños productores rurales que actualmente se encuentran en condiciones de pobreza sin comprometer sus bosques, ni la seguridad alimentaria de la región.
En el caso de Brasil, de las 340 millones de hectáreas arables, aproximadamente 60 millones son tierras cultivadas, 80 millones son tierras disponibles para uso agrícola y ganadero y 200 millones son utilizables como pasturas o cultivos energéticos. La utilización de estas tierras, como las de pasturas, constituye una alternativa importante y gran desafío para superar el problema de la pobreza rural.
Si las tecnologías de segunda generación basadas en materias primas lignocelulósicas llegaran a ser viables desde el punto de vista comercial, la competencia por la tierra y otros recursos agrícolas podría reducirse. Los sistemas de biodiésel en pequeña escala podrían incluso mejorar la fertilidad del suelo si las especies de leguminosas oleaginosas empleadas para la producción de energía se cultivan en rotación con cultivos alimentarios.
La biomasa podría abastecer el 25% de la demanda mundial de energía primaria para 2050, sin socavar de modo significativo la disponibilidad de alimentos y usando el 25% de tierra cultivable de todo el mundo, contribuyendo así aliviar la pobreza rural siguiendo las estimaciones que serán presentada en la próxima reunión del Comité de Seguridad Alimentaria Mundial de la FAO en Roma, en Mayo del presente año.
La bioenergía presenta tanto oportunidades como riesgos para la seguridad alimentaria. Sus repercusiones variarán en el espacio y a lo largo del tiempo dependiendo de la evolución de las fuerzas del mercado y de los avances tecnológicos, elementos que a su vez recibirán la influencia de las decisiones sobre políticas adoptadas en los planos nacional e internacional. Es necesario preparar un marco analítico que tenga en cuenta la diversidad de situaciones y necesidades específicas de los países.
Es de responsabilidad de los gobiernos de la región tomar la iniciativa para concretar la formulación de este marco analítico, maximizando las oportunidades y minimizando los riesgos que pueda presentar la producción de bioenergía teniendo en cuenta las realidades en cada país.
La Oficina Regional de la FAO para América Latina y el Caribe considera indispensable la implementación de:
(i) políticas de desarrollo y ordenamiento territorial empezando por una zonificación agro ecológica indicativa de las tierras disponibles para los cultivos bioenergéticos, así como el ordenamiento de los incentivos y penalidades para el uso de bosques, agua, etc.;
(ii) políticas tecnológicas que explore todas las posibilidades de materias primas de la región y que sean accesibles a los pequeños agricultores orientados a tecnologías de pequeña escala, tanto para el uso agrícola como para el industrial y de consumo final como combustible para motores;
(iii) políticas de regulación de los mercados de productos y servicios que definan claramente el marco regulatorio del uso de los biocombustibles, las normas de comercio, sus incentivos e impuestos, etc.;
(iv) políticas de mejoramiento de las relaciones contractuales entre los diversos actores de la cadena productiva desde la producción primaria hasta el consumidor final, incluyendo la inserción de la agricultura familiar y la garantía de los derechos laborales.
La Oficina Regional de la FAO para América Latina y el Caribe, se centrará en implementar líneas de trabajo en la región en el área de la bioenergía haciendo énfasis en las potencialidades y sostenibilidad de agro energía, proveer apoyo y colaboración en programas y proyectos de campo, así como la preparación de base de datos, estrategias de comunicación y difusión sobre biocombustibles.
Se potenciará el trabajo conjunto con la CEPAL, IICA y otros organismos internacionales buscando sinergias que permitan optimizar los resultados de actividades multisectoriales y multidisciplinarias.
De esta forma, se busca implementar un conjunto de políticas y un acervo de buenas prácticas que orienten la realización de mejores intervenciones público-privadas en la promoción del desarrollo y reducción de la pobreza. La Oficina Regional de la FAO para América Latina y el Caribe, invita a los países para que empiecen a discutir un Código de Conducta Voluntario de la Producción y Utilización de Bioenergía.
La esterificación es el nombre general de una reacción química en la que dos productos químicos (típicamente un alcohol y un ácido) forman un ester como producto de la reacción.