Autor: MAIZAR / Fecha: 30/06/20
Lo biobasado: ciencia transformada en negocios sustentables
Las nuevas tecnologías, las enormes capacidades y dificultades para desarrollar startups en la Argentina, la posibilidad de exportar conocimiento, la necesidad de equidad, hacia dónde van los países líderes: esto se trató en el panel “La agenda de la innovación para un futuro biobasado”, del que participaron Mariana Stegagnini, de CEDEF; Diego Gauna, del INTA; Federico Trucco, de la Cámara Argentina de Biotecnología, e Ignacio Plaza, de la Cámara Argentina de Fintech, moderados por Pablo Nardone.
“El mundo tomó conciencia del cambio climático, del deterioro de los ecosistemas, de la pérdida de biodiversidad; ganan terreno estrategias que proponen cambiar un modelo de extraer por uno circular, con reutilización y nuevos productos, servicios y cadenas de valor”, dijo Pablo Nardone en el Congreso Maizar 4.0.
“Estamos atravesando una revolución 4.0”, dijo Mariana Stegagnini, presidenta de la Fundación CEDEF, que se enfoca en la innovación y las nuevas tecnologías. Una característica de esta revolución es la convergencia entre las innovaciones físicas, digitales y las ciencias biológicas, “con una exponencialidad nunca vista”.
“Sensorización, big data, blockchain, edición génica son algunas de las nuevas tecnologías, algunas muy disruptivas, como los sustitutos de carne basados en plantas, o la concepción del suelo y las plantas basada en la microbiota”, dijo. “El dinamismo del agro hace que sea uno de los ámbitos con mayor desarrollo de estas tecnologías”.
El desafío, dijo, es garantizar equidad: “Si el futuro es biobasado, no puede ser de unos pocos, porque implica agregar valor y aprovechar biomasa en el territorio. Pero hay obstáculos: lo digital, la infraestructura, el género; hay territorios repletos de oportunidades, pero están aislados”. Como ejemplo, señaló que, en promedio, el 35% del territorio rural argentino tiene internet; pero mientras en la provincia de Santa Fe alcanza al 68%, en Formosa, Catamarca y Jujuy, solo al 7%.
Diego Gauna, del Centro de Investigación en Economía y Prospectiva del INTA, contó que el área donde trabaja es interdisciplinaria, con economistas, politólogos, agrónomos, biólogos. “La agricultura 4.0 es un cambio de paradigma que tiene menos de tecnología que de modelo de gestión del conocimiento, innovación e institucionalidad”. Y ejemplificó lo que están haciendo en Estados Unidos, Australia y la UE.
En Estados Unidos, contó, un estudio de 2018 analizó las disrupciones más relevantes en lo científico-tecnológico de cara al 2030, y encontraron cinco áreas estratégicas: el enfoque en sistemas y la investigación transdisciplinaria; el desarrollo y validación de sensores, nanosensores y biosensores; la aplicación e integración de la ciencia de datos, las herramientas de software y los modelos de sistemas; la genómica y la edición genética; la relevancia del microbioma. “El documento se utilizó como base para definir las líneas de investigación prioritarias del USDA para el período 2020-25”, señaló.
En Australia, el organismo científico y tecnológico (CSIRO) tiene una plataforma de big data (Digiscape), cuyos objetivos son solucionar problemas como la provisión en tiempo real de pronósticos de rendimiento de los cereales, contribuir en la eficiencia de la acuicultura y reducir la huella hídrica de cultivos de riego intensivo.
En cuanto a la UE, este año publicó una estrategia (“Del productor a la mesa”), con áreas de investigación claves, relativas al microbioma, los sistemas alimentarios urbanos, la alimentación de los océanos y las fuentes de proteínas alternativas.
Bioceres es la empresa local que quizá mejor ilustra la revolución 4.0. Federico Trucco, su presidente, contó su historia, que comenzó en diciembre de 2001 como una cooperativa de productores y hoy es una empresa con más de 360 accionistas, la gran mayoría productores agropecuarios de la Argentina. “Bioceres fue construyendo distintas historias, quizá la más emblemática es la de las tecnologías para tolerancia a sequía y salinidad en cultivos extensivos, que se originó en un grupo del Conicet que está en la Universidad Nacional del Litoral, liderado por la doctora Chang. Ese activo tecnológico fue avanzando y nos permitió vincularnos con otras empresas, cambiar parte del futuro por negocios ya establecidos, en algún momento combinándonos con otra empresa argentina con larga trayectoria en microbiología y nutrición de los cultivos con microorganismos, Rizobacter, y generando Bioceres Crop Solutions, la primera compañía biotecnológica de Latinoamérica en ser listada en la Bolsa de Nueva York”.
En paralelo, incursionaron en las ciencias de la vida: “Parte de nuestro expertise tiene que ver con entender la ciencia y transformarla en negocios, y tratamos de participar en estadios tempranos de proyectos de alto impacto”. En ese sentido, están trabajando en biomateriales, cómo transformar residuos en moléculas de mayor valor agregado, en alimentos funcionales, en molecular farming, que es la producción de proteínas animales usando plantas, como la quimosina bovina en cártamo”. Otro espacio de interés se apalanca en las capacidades que tenemos en secuenciación de ADN y biotecnología para el agro, y es la medicina de precisión, haciendo diagnósticos personalizados a partir de la genética de un individuo o de los bichos que habitan el cuerpo, y yendo de a poco hacia la medicina regenerativa, donde creemos que hay un lindo espacio de oportunidad”.
Para Trucco, “en la Argentina hay un recurso humano sumamente creativo, un sistema científico con cierta originalidad, y eso lo podés utilizar de una manera muy costo-efectiva para crear startups. Lo que creo que es difícil en nuestro país es escalarlas, no tanto por el acceso al capital, sino por nuestra parálisis cultural: nos cuesta mucho liderar procesos internacionales, cuando tenemos que proponer un marco regulatorio tenemos temor”.
“Hoy cualquier empresa tiene que mapear lo que hace para el desarrollo sostenible”, dijo Ignacio Plaza. “El PBI mundial se duplica cada 23 años, pero ahora hay que cambiar la matriz fósil, que se volvió insostenible: el desafío es seguir creciendo sin destruir el planeta”. Para él, se invierten pocos recursos en biología sintética. “Cuando algo se hace digital, el rendimiento se duplica todos los años”.
Plaza también se refirió a la necesidad de incluir digitalmente a toda la población, así como a la necesidad de apoyar y desarrollar el know how local: “Hay que ver cómo exportar este intangible, si no, vamos a terminar importándolo”.