Autor: MAIZAR / Fecha: 03/07/20
AgTech: tendiendo puentes para nuevas soluciones
En el panel del Congreso Maizar 4.0, Federico Bert, de AACREA; Sebastián Ferro, de Primary y Sistemas Esco, y Diego Viruega, de la Bolsa de Comercio de Rosario (BCR), hablaron sobre el proceso de digitalización del agro y lo que implica en términos de cambio cultural y demandas de infraestructura. Entre otras cosas coincidieron, se trata de repensar la oferta agropecuaria a partir de auscultar con mayor precisión la demanda e involucrar a los productores en el mismísimo proceso de desarrollo de nuevas soluciones tecnológicas.
“¿Cómo responde ‘mentalmente’ el campo argentino al proceso de digitalización?”, preguntó Ricardo Bindi, presidente de Agrositio y moderador del panel. Para Federico Bert, director de Investigación y Desarrollo de AACREA, más allá de dificultades y limitaciones es un proceso inevitable, que implica un foco en el cliente. Ese es, precisamente, el valor más fuerte de las tecnologías digitales, dijo, e implica un cambio de paradigma respecto de la mentalidad más tradicional del agro argentino, habituado a pensar casi exclusivamente en términos de producción. Ahora, “las herramientas digitales sirven para entender en tiempo real lo que quiere la demanda y ajustar la oferta a eso”, destacó.
Sebastián Ferro, presidente de Primary SA, resaltó que las AgTech abarcan más que robots, drones o uso de información satelital; también implican el desarrollo y uso de herramientas para el descubrimiento de precios e información de calidad y logística. La actividad consiste en buena medida en tender puentes y sumar empresas a un ecosistema mediante la creación de plataformas de negociación que faciliten la entrada de la mayor cantidad de ofertas posibles, de modo que las empresas puedan proporcionar acceso a innovadores para que generen desarrollos en esa misma plataforma. “Hoy un productor, desde un celular o página web, puede acceder a mercados de futuros y descubrir precios”, ejemplificó Ferro, lo que tiene “resultados tangibles”, como que un productor pueda, por caso, tomar una cobertura en futuros agropecuarios desde su campo.
El foco en el cliente que implica la transformación digital supone un cambio de cultura que trasciende la cuestión tecnológica, agregó Diego Viruega, director de Tecnología e Innovación de la Bolsa de Comercio de Rosario (BCR). Se trata de cubrir espacios, de modo de hacer las cosas más sencillas y avanzar también “puertas adentro”. En la propia BCR, una institución con 130 años de vida, se creó un área de innovación abierta y se desarrollaron alianzas con Israel, la ciudad estadounidense de Saint Louis y el ecosistema local. La transformación “puertas adentro” es tan importante como la externa. “Cuando incorporamos a un emprendedor al sistema, el desafío es poner todo el peso de la BCR detrás de él, para potenciarlo y no aplastarlo”, señaló Viruega.
No obstante, Bert reconoció que, si bien el proceso es inevitable y tiene un promisorio futuro, la Argentina está aún bastante lejos de entrar de lleno en la transformación digital. “Hay un gran puente para tender entre la cantidad de tecnologías disponibles y las que realmente se usan”. De hecho, precisó, existe gran cantidad de ofertas digitales locales, pero ninguna de ellas cubre más del 10% del área agrícola. CREA, dijo Bert, busca superar esa brecha, que requiere una mayor articulación entre instituciones y reforzar la capacidad de futuros usuarios incorporándolos al promedio de desarrollo mediante el uso, prueba y validación de nuevas tecnologías. No es un desafío sencillo, dijo, porque la absoluta mayoría del campo argentino no es “nativo digital”. La edad promedio del agricultor argentino es de 53 años y apenas un tercio de las explotaciones agropecuarias usa computadora y tiene acceso a internet.
Para Ferro, esas limitaciones de infraestructura de comunicaciones condicionan, por ejemplo, el uso de herramientas como big data, Inteligencia Artificial, la adopción de sistemas de imágenes y el análisis “en la nube”. La Argentina tiene una infraestructura de comunicaciones “transicional”, señaló, con amplio acceso a internet pero de relativamente baja calidad.
La “segunda revolución de las pampas”, que permitió más que duplicar el área sembrada y un enorme salto en los rendimientos agropecuarios, se basó en desarrollos directamente vinculados al campo: siembra directa, mejor maquinaria agrícola, genética, fertilizantes, recordó. Ahora, en cambio, gran parte de la oferta de servicios proviene de otras industrias, como el uso de imágenes que acerca la industria espacial o los drones provenientes de la robótica.
Pero independientemente de la infraestructura, la adopción de nuevas tecnologías también debe superar las dudas de los productores: muchos no están seguros de necesitarlas para aumentar su eficiencia. Esas mejoras deberían medirse en plataformas digitales que, a su vez, aún no están disponibles. Además, y a diferencia de los desarrollos que sustentaron la anterior “revolución”, ahora las inversiones y desarrollos provienen casi exclusivamente del sector privado, y esto requiere mayor articulación público-privada para lograr una mayor capilaridad y que los avances se difundan más ampliamente.
Según Viruega, además de digitalizar los procesos hay que repensarlos. Un ejemplo positivo que mencionó al respecto es el próximo lanzamiento del Rofpork, el primer mercado 100% digital de compra y venta de carne porcina en la Argentina, resultado en parte de un proceso de maduración previa, como un mercado local creciente de producción y consumo e incluso la reciente primera exportación de carne porcina de la Argentina a China.
Bindi apeló a la proverbial figura del “gordito al que no dejan jugar y se lleva la pelota” para plantear la posible desconexión entre los generadores de conocimiento y los productores. ¿Se trabaja integralmente o aún hay compartimentos estancos?, preguntó.
Bert respondió que, hoy, innovación y desarrollo tecnológico están más distribuidos, lo que genera cercanía y confianza entre las partes. Dijo que hay “cocreación”, no toda la que se podría, pero se avanza por un buen camino a través de tres pilares: infraestructuras tecnológicas compartidas, espacios de encuentro y generación de valor, y plataformas abiertas. Así, por ejemplo, de Matba-Rofex, que usa código Linux y está abierta a la conexión con distintos mercados, se generaron comandos de voz traducibles a comandos técnicos a través de la aplicación Alexa.
Del mismo modo, el Rofpork tendrá botones que permitirán conectar el “market place” porcino con medios de pago del mundo fintech. Viruega también dio el ejemplo de los meet-ups que organizó la BCR para juntar emprendedores tecnológicos con empresas en busca de soluciones.
Un último aspecto fue el “aprendizaje” a partir del coronavirus. Para Bert, la pandemia aceleró el proceso de “virtualización” de relaciones y, algo menos, la “digitalización” para controlar procesos a la distancia. Viruega respondió con la experiencia de la propia BCR, que de un día para otro pasó a funcionar en modo virtual y se aceleraron servicios como el de reconocimiento de firma digital, en el que actúa como autoridad de registro, y de conexión con el Registro Nacional de las Personas (Renaper).
Los tres panelistas coincidieron, finalmente, en que la Argentina tiene capital humano e incluso un ecosistema de fondos para impulsar el desarrollo de tecnología y generar un importante volumen de empleos de calidad. “Una de cada dos startups exportaron en los últimos dos o tres años, hay un gran potencial”, señaló Bert. “Hay talento de sobra, muchas empresas de drones nacieron acá y hay un ecosistema de fondos que quieren impulsar el desarrollo de tecnología”, añadió Viruega.