Autor: MAIZAR / Fecha: 08/05/06
Documento presentado por la FAO en Roma el 16 de Abril de 2005, durante el 19° período de sesiones de su Comité de Agricultura. Estudia las ventajas y las oportunidades ofrecidas por un incremento en el uso de bioenergía.
FAO: Comité de Agricultura. La Bioenergía
En este documento presentado por la FAO el pasado 16 de Abril en Roma, durante el 19° período de sesiones de su Comité de Agricultura, se estudian las ventajas y las oportunidades ofrecidas por un incremento en el uso de bioenergía que pueden contribuir a, entre otras cosas, diversificar las actividades agrícolas y forestales, aumentar la seguridad alimentaria y reducir la pobreza. A continuación se exhibe una síntesis:
Para conseguir los Objetivos de Desarrollo del Milenio fijados por las Naciones Unidas, erradicar la pobreza extrema y el hambre y garantizar la sostenibilidad del medio ambiente, no se puede prescindir de servicios de energía limpia y segura. No obstante, cerca de dos mil millones de personas, que en su mayoría viven en las zonas rurales de los países en desarrollo, aún carecen de electricidad o de otros servicios de energía modernos y dependen en gran medida de la leña y el carbón vegetal para atender necesidades básicas como cocinar o calentarse. A nivel internacional, los derivados del petróleo constituyen la otra fuente principal de energía y, si bien han permitido desarrollar la industria, han sido también causa de muchos de los problemas ambientales de nuestra sociedad moderna.
Además de ofrecer una importante fuente de energía alternativa para el mundo, la producción y utilización de biocombustibles guardan relación con un sinfín de cuestiones, como la ordenación de cultivos y los sistemas agrícolas, la seguridad alimentaria, el aprovechamiento de la tierra y el desarrollo rural, la ordenación forestal sostenible, la conservación de la biodiversidad y la mitigación del cambio climático. Si se administra de modo adecuado, el uso más sostenido de biocombustibles puede contribuir al mismo tiempo a la prestación de servicios de energía más limpia, al desarrollo sostenible y a la reducción de los problemas ambientales.
A los fines de la presente exposición, se entiende por "bioenergía" la conversión de biomasa en energía, como por ejemplo la dendroenergía derivada de los árboles y la agroenergía derivada de cultivos agrícolas no madereros.
El petróleo es la fuente predominante de energía primaria, pues representa más del 35 por ciento del consumo comercial total de energía primaria en el mundo. El carbón se sitúa en el segundo lugar (~23 por ciento del consumo mundial de energía primaria) y el gas natural en el tercer lugar (~21 por ciento). Estas emisiones de combustibles fósiles son la causa principal de los gases de efecto invernadero que provocan el recalentamiento del planeta y, por ende, el cambio climático. La leña y el carbón vegetal, sumados a otros biocombustibles, corresponden a cerca del 10 por ciento del consumo mundial total de energía primaria. La energía nuclear representa el 7,6 por ciento de ese consumo, y la hidroenergía y otras fuentes energéticas renovables (geotérmica, solar y eólica) el 2,7 por ciento y el 0,7 por ciento, respectivamente.
Tal como ha sido publicado en anteriores ediciones de nuestra publicación "Novedades de MAIZAR", en este siglo se presenciará un cambio importante en la economía, que podría dejar de basarse en los combustibles fósiles para pasar a la bioenergía, en cuyo ámbito la agricultura y la silvicultura serían las fuentes principales de biomasa para producir biocombustibles como la leña, el carbón vegetal, los gránulos, el bioetanol, el biodiesel y la bioelectricidad.
Los biocombustibles líquidos han adquirido importancia en los últimos decenios en el Brasil y más recientemente en Europa, los Estados Unidos, el Japón y otros países pertenecientes a la Organización de Cooperación y Desarrollo Económicos (OCDE), especialmente en el sector de los transportes. Al mismo tiempo, la función de la agricultura como fuente de recursos energéticos es cada vez más importante. Las hipótesis desarrolladas en relación con los Estados Unidos y la Unión Europea indican que la sustitución de hasta un 13 por ciento de combustibles derivados del petróleo con biocombustibles líquidos (bioetanol y biodiesel) es un objetivo plausible a corto plazo, teniendo en cuenta la tierra agrícola disponible. De hecho, diversas agroindustrias, como las plantas azucareras, ya utilizan el bagazo como fuente de calefacción y electricidad industriales, lo que les permite ser autosuficientes. Algunas de ellas también producen alcohol etílico y suministran electricidad a la red de energía eléctrica.
Los gobiernos y el sector privado de los países desarrollados y de numerosos países en desarrollo muestran interés creciente por incrementar el uso de biocombustibles derivados de la biomasa agrícola y forestal.
La biomasa es una fuente de energía fácil de obtener localmente y capaz de generar electricidad, calor y potencia a partir de combustibles líquidos, gaseosos o sólidos, que pueden contribuir a sustituir los combustibles fósiles importados, hecho que redundaría en una mayor seguridad energética nacional y una diversificación más amplia de las fuentes de energía.
Si bien los residuos agrícolas adquieren valor económico cuando se recurre a un mayor volumen de biomasa para producir energía, es necesario dejar una cantidad de residuos en el suelo suficiente para asegurar la protección de éste y la sostenibilidad de los usos de la tierra. Esta cantidad dependerá de las condiciones climáticas y de las rotaciones de los cultivos específicos. Es igualmente importante evitar posibles consecuencias nocivas para el medio ambiente a causa de un mayor uso de biomasa, como son la extracción excesiva de leña o el establecimiento de monocultivos en gran escala.
El aumento del uso de biomasa para producir energía podría beneficiar al desarrollo económico y la reducción de la pobreza, sobre todo en las zonas rurales, debido al interés que suscitaría en las empresas pequeñas y medianas por invertir en las nuevas oportunidades comerciales relacionadas con la producción, la preparación, el transporte, el comercio y el uso de biocombustibles, y porque generaría ingresos (y empleo) para quienes viven en las zonas interesadas o en sus cercanías. En efecto, la producción de bioelectricidad tiene más posibilidades de generar empleo que cualquier otra fuente renovable de energía, pues puede multiplicar la creación de empleos directos con respecto a los que ofrece la producción de electricidad mediante fuentes tradicionales, pero con menores costos de inversión por cada nuevo empleo.
En general es sumamente difícil disminuir la diferencia de precios entre los combustibles fósiles y los biocombustibles. Ahora bien, si los beneficios colaterales de la bioenergía mencionados anteriormente se internalizan debidamente, pueden compensar la diferencia de precios que los separa de los combustibles fósiles. Así, por ejemplo, el Mecanismo de Desarrollo Limpio (MDL) previsto por el Protocolo de Kyoto podría ofrecer incentivos adicionales para establecer plantaciones energéticas, así como oportunidades de transferencia de tecnologías.
La innovación en las tecnologías bioenergéticas reviste particular interés para los países en desarrollo, ya que les daría la posibilidad de superar algunos de los problemas de dependencia de los combustibles fósiles experimentados por casi todos los países industrializados. Los rápidos avances en las opciones tecnológicas podrían representar para esos países una ocasión para utilizar y comercializar nuevas tecnologías con relativa rapidez, a condición de que cuenten con políticas adecuadas, fuertes incentivos comerciales y un mercado firme para las mismas.
Los sistemas bioenergéticos son relativamente complejos, son de carácter interdisciplinario e intersectorial y dependen de las características de cada lugar. Por consiguiente, no es sencillo solucionar los problemas conexos; para ello, hace falta integrar la producción de biocombustibles en las actividades agrícolas y forestales tradicionales, además de una contribución sinérgica de diversas instituciones que se ocupan de los sectores agrícola, forestal, energético, industrial y ambiental.
El espíritu de las consideraciones presentadas por el Comité de Agricultura de la FAO está presente en el proyecto de Ley de Biocombustibles que se está discutiendo es estos días en el Congreso Nacional, y que fuera aprobado el año pasado por la Cámara de Senadores, con su consiguiente contribución al desarrollo agroindustrial en las distintas regiones de la Argentina, que, a nuestro entender, sería sumamente beneficioso para un mejor futuro de nuestro país.