Autor: MAIZAR / Fecha: 15/09/10
Escribe: Ingeniero Santiago del Solar
Presidente de MAIZAR – Asociación Maíz y Sorgo Argentino
Maíz: La oportunidad que no debemos perder.
En estos días los productores están delineando sus planes de siembra y decidiendo cuánto maíz van a sembrar la próxima campaña.
El cultivo de maíz posee un enorme potencial de crecimiento basado en el aumento de la demanda de alimentos y el surgimiento de nuevos usos como los biocombustibles. Sucede que el grano de maíz se ha convertido en un insumo clave de una creciente variedad de industrias, que abarcan desde su uso como alimento humano y forraje para las producciones de carne o leche, hasta su procesamiento industrial en plantas de alta complejidad cuyo producto final puede ser un alimento, un biocombustible o una materia prima para elaborar productos químicos como los biomateriales.
El consumo de maíz, tanto forrajero como industrial, viene incrementándose aceleradamente. Por distintas razones como el rápido crecimiento de la industria de etanol en Estados Unidos, la evolución de los países asiáticos -principalmente China e India-, la recuperación de la industria aviar, los nuevos mercados, el aumento de la población y los mejores niveles de vida, entre otras, el consumo mundial de maíz creció más de un 35% durante la última década, se consumieron 608 millones de toneladas en 2000 y 825 millones en 2010.
El consumo industrial de maíz creció un 84% en la década de 2000, mientras que el de maíz forrajero creció un 15%. De esta forma, el maíz se transformó en el cultivo más producido del mundo superando al trigo y al arroz. En el período 2000/2010 la producción de maíz creció un 42% y alcanzó las 844 millones de toneladas en 2010, mientras que el trigo y el arroz solo crecieron un 16% durante el mismo período.
La cadena del maíz ocupa un lugar prioritario en las estrategias de desarrollo de los países debido a su capacidad de generación de empleo, inversión, desarrollo regional y a las innumerables oportunidades de crecimiento y progreso que ofrece. Este fenómeno se observa tanto en los países que lo producen en gran cantidad, como el caso de Estados Unidos, China, la UE o Brasil, como en aquellos que deben importarlo para abastecer sus industrias, como el caso de Japón o República de Corea.
La sustitución de las fuentes de energías fósiles por renovables y la mejora en la dieta de los países más pobres se está organizando a nivel mundial a partir de la cadena del maíz. En el largo plazo se proyecta un crecimiento de las importaciones de muchos productos alimenticios y principalmente de los derivados de la cadena del maíz. Si bien el mercado mundial de maíz es pequeño en relación a los volúmenes producidos es interesante destacar la gran cantidad de países que participan, tanto como exportadores como importadores. Sin embargo, el volumen viene creciendo, se comercializaron 74 millones de toneladas en 2000 y 86 millones en 2010 y las proyecciones indican que las cantidades intercambiadas continuarán creciendo en los próximos años. Además, un estudio de la FAO (Organización para la Alimentación y la Agricultura de las Naciones Unidas) - OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico) considera que los derivados de la cadena del maíz son los que más aumentarán su volumen comercializado durante los próximos 10 años.
El fuerte crecimiento de la demanda mundial nos brinda la posibilidad de desarrollar la cadena del maíz y contribuir al desarrollo de la Argentina. El potencial de crecimiento de la cadena no tiene límites y la Argentina dispone de las más modernas herramientas para maximizar la producción de maíz y su transformación en múltiples productos como almidones, fructosas, harinas y proteínas animales de alto valor como las carnes aviar, porcina y vacuna, además de huevos y productos lácteos, entre otros.
Los agricultores argentinos acceden cada año a mejores tecnologías en todas las áreas. La biotecnología le ha dado al maíz un impulso sin precedentes, como así también los distintos materiales genéticos adaptados específicamente a cada ambiente, la siembra directa con su consecuente mejoramiento del balance de carbono de los suelos, las rotaciones con soja y girasol, el adecuado uso de la fertilización, la maquinaria agrícola de última tecnología y productos fitosanitarios cada vez más efectivos y amigables con el medioambiente.
Todos estos adelantos se deben a una fuerte apuesta de empresas en I&D de nuevos productos y a la importantísima inversión directa generada en los últimos años por la agricultura Argentina, difundida a través de instituciones como el INTA, las Universidades, AACREA y AAPRESID, que mediante el trabajo en red han hecho que rápidamente los adelantos tecnológicos sean adoptados por nuestros productores.
Cabe destacar que en los últimos años se ha achicado de manera considerable la brecha de rindes entre EE.UU. -primer productor mundial de maíz- y nuestro país. Según un trabajo realizado por el Ing. Fernando Vilella, Director del Programa de Agronegocios y Alimentos de la Universidad de Buenos Aires, durante la década del ‘60 el rinde promedio argentino era un 55 % menor que el de los Estados Unidos. Sin embargo, desde hace aproximadamente 20 años, esa brecha se está achicando, durante la década del 2000 se acortó a un 28 % y esta campaña estaremos solo un 15 % por debajo de lo obtenido en EEUU.
El potencial para aumentar la producción es inmenso. El productor argentino está considerado uno de los más eficientes del mundo, incluso más que los productores de los países desarrollados. Su rol no se limita a sembrar y cosechar un cultivo sino que también estuvo históricamente involucrado con la transformación de forrajes en carne, leche, cerdos, pollos, huevos, lana y otros. El productor de maíz es quien tiene la mejor posibilidad de transformar un insumo como el grano de maíz en productos de mayor valor agregado que llegan a mercados diversos, aumentando el nivel de empleo y de inversión en el interior del país.
La campaña que está culminando ha demostrado la plasticidad del cultivo, con altos rindes en distintas fechas de siembra y en zonas muy variadas, y con un promedio de 88 quintales por hectárea en el 86 % de la superficie cosechada hasta la fecha (según la Bolsa de Cereales), marcando un récord histórico de producción por hectárea para nuestro país. Pero, a pesar de que los márgenes de seguridad de la agricultura aumentaron significativamente gracias al avance tecnológico, como todo empresario, el productor necesita conocer las condiciones de comercialización de su producto antes de invertir en su siembra.
Bastaría en este momento con una señal fundamental como el normal funcionamiento de los mercados, sin cuotificaciones que afecten la competencia entre los actores de la cadena, y la eliminación o reducción de los derechos de exportación aplicados al maíz y a sus productos derivados, para lograr una importante expansión del cultivo, aumentando sensiblemente la generación de valor agregado y riqueza en el interior del país a través de la expansión del cultivo a zonas de menor productividad. De esta forma se lograrían también las rotaciones adecuadas con otros cultivos. El avance del cultivo de soja en Argentina condujo a una relación soja/maíz de 6 a 1, mientras que en Brasil es de 1,3 a 1 y en Estados Unidos de 0,9 a 1. Esta relación pone en peligro la sostenibilidad agrícola y, de no mediar cambios en los esquemas productivos, estaríamos poniendo en riesgo a la agricultura argentina que, sin dudas, fue y será el motor de la economía de nuestro país. Por eso, resulta fundamental que tomemos conciencia sobre este tema y comencemos a trabajar para revertir la situación.
Por su parte, las industrias transformadoras del maíz necesitan que el área de siembra crezca al ritmo de su expansión para lograr que cada tambo, cada planteo ganadero, cada industria transformadora esté rodeada de un mar de maíz, permitiendo así el acceso a materia prima en forma fluida y con un menor costo de flete.
Según el Producto Bruto Maicero (PBM+), modelo realizado por la Bolsa de Cereales y MAIZAR, la eliminación de las retenciones generaría un importante aumento de la recaudación de impuestos coparticipables, y al mismo tiempo daría una señal para el mayor uso de tecnología y la expansión del área de siembra, multiplicando la generación de riqueza por parte de la cadena del maíz en todo el país y con un impacto fiscal prácticamente nulo.
Además, desde la secretaría de Agricultura existe el compromiso de intensificar los trabajos para lograr la aprobación de eventos biotecnológicos en el menor tiempo posible, respetando las normas vigentes pero entendiendo que resulta necesario continuar a la vanguardia de la tecnología que nos permitirá aumentar el área sembrada como así también contar con cultivos más sanos y con mayor productividad.
Por otro lado, la demanda internacional de carne vacuna es inmejorable y nos permite aprovechar la favorable relación carne/maíz, dando mayor desarrollo al NOA y al NEA con la transformación de exportaciones en más empleo federal. Pero el cierre de las exportaciones de carne atenta contra esta oportunidad.
El mundo pide lo que somos capaces de producir, la demanda mundial de carnes, maíz y sorgo continúa en expansión. Este es un cambio estructural que vino para quedarse. Para capturar estas oportunidades se requieren inversiones muy grandes, un desarrollo tecnológico al mismo ritmo y fuertes programas de apertura de mercados externos acompañados por una política pública que defina al sector como estratégico y apoye la actividad con políticas que incentiven su producción. Esto se traduciría en mayor generación de empleo genuino y federal y la generación de divisas a través de la exportación de productos de mayor valor agregado que hoy tienen una gran demanda.
Según un estudio realizado por la Bolsa de Cereales de Buenos Aires el valor agregado de la cadena del maíz es de $0,64 por cada peso facturado, valor que supera en casi un 20% a los $0,55 del promedio de la economía argentina. Todos estos indicadores nos alientan a seguir apostando a la cadena, al agregado de valor y al desarrollo sostenible.
En el mercado argentino, la oferta de granos forrajeros para la actual campaña supera los 33 millones de toneladas, formada por 22 millones de maíz en grano, el equivalente a 5,9 millones de toneladas de grano a partir de maíz ensilado, más 4,8 millones de toneladas de sorgo, y el resto compuesto por cebada y trigos forrajeros.
De esta forma, contamos con un saldo exportable de al menos 16 millones de toneladas de maíz que permite liberar los registros de exportación fomentando la competencia entre la exportación y la demanda interna del cereal, y a su vez entre los mismos exportadores, única forma de lograr un mercado transparente sin favorecer posiciones dominantes en el mercado. Nuestro país tiene la capacidad de producir maíz, cereales forrajeros y sus productos derivados, tales como proteínas animales o productos de las moliendas, en cantidad suficiente como para abastecer al mercado interno y continuar exportando y conquistando mercados. La respuesta a las reglas claras y señales positivas va a ser inmediata y desataría el verdadero potencial productivo del maíz con beneficios para toda la cadena y para la sociedad en su conjunto.