Autor: MAIZAR / Fecha: 04/10/11
Cualquier actividad humana, así como cualquiera de las actividades que se desarrollan dentro de la cadena de valor del maíz, tendría que tender a hacerse del mejor modo posible. Esto es algo que puede parecer muy evidente, pero en el mundo de las energías renovables se empiezan a diseñar mecanismos cada vez más complejos de evaluación de la producción de los biocombustibles que podrían perjudicar su desarrollo.
Tanto el etanol como el biodiesel son blanco de una serie de acusaciones que deberán sortear para mantener su acelerado crecimiento, en un mundo que pretende superar la dependencia de los hidrocarburos, por tratarse de una fuente de energía agotable y altamente contaminante.
En MAIZAR estamos convencidos de que es factible hacer biocombustibles de manera correcta y sustentable: Sin atentar contra la provisión de alimentos y, al mismo tiempo, cuidando del medio ambiente. Es necesario que la producción de este tipo de energías se haga con la mayor eficiencia posible para superar las acusaciones a las que hoy está expuesta esta agroindustria.
Las acusaciones
El primero de los desafíos que se le presenta a los biocombustibles es salir airoso del debate “energía vs. alimentos”. Tanto al etanol como al biodiesel se los hace responsables de atentar contra el abastecimiento de alimentos. Según esta visión, el aumento de los biocombustibles al disminuir la oferta de materias primas para la industria alimenticia, provocaría un alza en los precios y, consecuentemente, un aumento en la población con hambre.
El segundo problema que se debe considerar es el consumo de energía para producir biocombustibles. Muchas asociaciones ambientalistas acusan a esta agroindustria de hacer un consumo mayor de energía del que finalmente genera. Además, la hacen responsable de la intensificación de la producción agrícola, que aceleraría el deterioro de los suelos y destruiría los ecosistemas. A la vez que, aumentaría las emisiones de gases de efecto invernadero y atentaría contra la biodiversidad.
Entonces, según los enemigos de los biocombustibles, de qué serviría tener más biodiesel y etanol si aumenta la cantidad de gente que se muere de hambre, se termina con la biodiversidad del planeta, se aumentan los gases de efecto invernadero, se destruyen los suelos y se consume mayor energía de la que se pretende generar.
Este punto de vista, no tiene en cuenta que el verdadero riesgo que enfrenta la sustentabilidad es el mantenimiento en el nivel de consumo de hidrocarburos, que también actúa en desmedro de la provisión de alimentos: Son las emisiones de gases de efecto invernadero causadas por la actual matriz energética las principales responsables del cambio climático que tiene como consecuencia el aumento de catástrofes ambientales como las sequías y las grandes inundaciones. Ambos fenómenos impactan muy negativamente en la cantidad de alimentos producidos.
Las respuestas
Para contestar a estas inquietudes, en el mundo, se están desarrollando diferentes modelos productivos que promueven una mayor eficiencia en la producción alimenticia, desde el punto de vista del volumen generado, el cuidado de la tierra y la reducción de gases de efecto invernadero.
Un ejemplo de estos estudios es el que desarrolló el profesor de la universidad de Michigan, Bruce Dale, con quien MAIZAR ha tenido múltiples contactos, en congresos, seminarios y talleres de trabajo.
El profesor Dale diseñó un modelo matemático en el que garantiza que con la misma cantidad de hectáreas cultivadas que hoy tiene Estados Unidos (114 millones), se puede aumentar la producción de alimentos, a la vez que, se incrementaría la producción de etanol, se mejoraría la fertilidad de la tierra y se reduciría en un 10% la emisión total de gases de efecto invernadero que genera ese país.
En primer lugar, esto se conseguiría, extendiendo el uso de la siembra directa. A su entender, en Estados Unidos, no se utiliza esta tecnología en las proporciones en las que debería hacerse. Su incremento evitaría la liberación de carbono y conservaría el agua del suelo, al evitar la pérdida por evaporación que generan los sistemas de labranza tradicional.
La adopción generalizada de la siembra directa también serviría como base para incrementar los sistemas de doble cultivo. Según el modelo de Dale, se podrían hacer cultivos dobles en la tercera parte de las tierras sembradas de Estados Unidos. Hoy la proporción sería mínima. Dale propone utilizar cultivos que generen una mayor captura de nitrógeno, como el maíz y otras gramíneas. De esta manera, se potenciaría el cuidado de la fertilidad de los suelos.
Por otro lado, dado que el 80% de la producción de granos, en Estados Unidos, se destina a alimentar ganado, que en su mayoría son animales rumiantes, Dale propone un aprovechamiento más importante de los pastizales, a través del método conocido como AFEX. Se trata de un tratamiento alcalino con un concentrado de amoníaco a temperatura moderada sobre forraje de alto contenido de celulosa y lignina. De esta forma, los excedentes de pasto se podrían transferir de una estación a la otra con mayor eficiencia, inclusive, se podría usar la caña seca de maíz como materia prima.
El modelo diseñado por el equipo de Dale en la universidad de Michigan, es una de las tantas propuestas que están surgiendo para demostrar que es posible hacer biocombustibles de manera correcta, en un esquema de sustentabilidad que garantice el abastecimiento de alimentos, la producción de energías limpias y renovables y la preservación del medio ambiente.