Autor: Escribe: Gastón Fernández Palma / Fecha: 21/01/14
El contexto de gran demanda de energía y alimentos nos viene otorgando grandes posibilidades para el desarrollo. La sustitución de las fuentes de energías fósiles por renovables y la mejora en la dieta de los países más pobres se está organizando a nivel mundial a partir de la cadena del maíz, prioritaria en las estrategias de desarrollo de los países por su capacidad para generar empleo, inversión, desarrollo regional y por las innumerables oportunidades de crecimiento y progreso que ofrece, tanto en los países que lo producen en gran cantidad, como en aquellos que deben importarlo para abastecer sus industrias.
Esto llevó al crecimiento sostenido del consumo mundial de maíz. No obstante, si miramos con atención el mercado externo, el USDA estima una cosecha americana de maíz de 355.3 millones de toneladas, que supera en un 7% el record previo, lo que brinda un gran incentivo para la industria del etanol y ratifica que ahora más que nunca el estándar de renovables no sufrirá cortes ni reducciones, aunque acaba de conocerse una propuesta de la administración de Barack Obama para reducir el corte con biocombustibles para el año 2014.
Al mismo tiempo, en Brasil la producción de etanol de caña creció un 11%, 1.62 miles de millones de litros versus 1.42 miles de millones del año pasado, lo que incide en la decisión para llevar el corte con naftas del 20, al 25%. La eficiencia Brasileña produce entre 7.000 y 8.000 litros de etanol por hectárea, superando a Estados Unidos, que produce 4.000 litros por hectárea. ¿Casualidad? No, simplemente eficiencia, políticas de Estado coherentes, e idoneidad de la burocracia gobernante.
A pesar de la errática política hacia las energías renovables de primera generación, la industria argentina de bioetanol ya es una realidad. Hay dos grandes plantas funcionando desde el año pasado y otras tres que esperamos puedan comenzar a producir prontamente. Entre ellas demandaran más de un millón de toneladas anuales adicionales de maíz.
El mercado mundial de maíz sigue creciendo y brindando grandes oportunidades. Comienzan a aparecer nuevos jugadores de peso en el mercado de consumo como es el caso de China, Corea del Sur y otros mercados asiáticos, pero también se agregan productores de temer en la competencia: Brasil con su safrinha aún con poco peso por dificultades logísticas, que a no dudar van a superar por el convencimiento cuasi Imperial de sus convicciones, Ucrania, el gigante Europeo de tierras feraces, adopta rápidamente las Buenas Prácticas Agrícolas y procura olvidar un pasado paralizante, que curiosamente pareciera nuestra política interna querer adoptar, a contramano de la historia.
Estrategias conjuntas para el desarrollo
Nuestro país carece de una política agropecuaria consensuada. El sector privado por razones varias: política de inversiones, dificultades cambiarias, falta de seguridad jurídica, medidas fiscales inconducentes y contradictorias, entre otras, no está en condiciones de aportar capacidad creativa. A su vez, el sector público parece correr detrás de la mecánica de los mercados, urgido por necesidades presupuestarias que nada tienen que ver con las pautas técnicas que el mismo Gobierno, con la colaboración privada, esbozara al plantear el Plan Estratégico Agropecuario, que hoy parece lejano y ausente. Por lo tanto, resulta fundamental proseguir desarrollando estrategias y acciones, coordinadas y consensuadas entre ambos sectores, para superar las barreras que se interponen al desarrollo en todo su potencial de esta cadena de valor. Barreras internas y externas que aun existen para el corto, mediano y largo plazo y que necesitan de políticas activas y claras para potenciar nuestros cultivos.
La actividad más desafiante en la actualidad para promover el desarrollo de la cadena del maíz está en potenciar la comunicación y generar puntos de contacto e interacción, entre quienes compiten en un mismo eslabón, entre eslabones, y con el sector público. La capacidad de escuchar y expresar crea un espacio de negociación indispensable para el entendimiento de los intereses y las necesidades del otro y es fundamental para fomentar el espíritu emprendedor, la confianza y la búsqueda incesante de competitividad a través del aprendizaje continuo.
El desarrollo de las naciones tiene su base más firme en la inversión del sector agropecuario. Una economía sana, con una agricultura exitosa, establece siempre una interrelación entre desarrollo agrícola y desarrollo económico. Es obvio entonces que este desarrollo depende del diseño y la aplicación de una política de Estado que asuma como estratégica la inversión integral en la Comunidad Agroalimentaria, para que los integrantes de la cadena del maíz sean percibidos como lo que son: aportantes fundamentales a la riqueza y fortaleza del país.
La Comunidad Agroalimentaria produce valor y lo transfiere. Cuando no se establece una relación de transferencia justa, se descapitaliza y toda la Nación termina pagando las consecuencias. Los hombres del maíz, entre otras obligaciones con la sociedad, tenemos la responsabilidad de participar en el subsidio al desarrollo del país. En la inercia, y la precariedad de estrategias, este aporte se ve amenazado.
El maíz, cultivo maravilloso, Carbono 4, que mejora la asimilación del CO2 atmosférico, que potenciado con la biotecnología y las buenas prácticas agrícolas es madre parturienta de suelos fértiles, conservados para las generaciones futuras, está pasando hoy por una crisis formidable, fruto de los bajos precios internacionales y la pesada carga impositiva. Es clave revisar la presión fiscal a nivel provincial y nacional a la que está sometida la producción de maíz. Además, el normal y transparente funcionamiento de los mercados, sin cupos ni limitaciones que afecten la competencia entre los distintos actores y la eliminación de los derechos de exportación aplicados al maíz y a todos los productos de la cadena, es fundamental para lograr la expansión del cultivo, aumentando sensiblemente la generación de valor agregado y riqueza en el interior del país, a través de su desarrollo en zonas de menor productividad y en regiones donde lo más caro y escaso del mundo, el agua, discurre desde los Andes al Mar Argentino sin aprovechamiento. El combate contra la inflación es también un deber ineludible.
Otro tema que nos tiene sumamente preocupados es la nueva reglamentación de la Ley de Mercado de Capitales, por parte de la Comisión Nacional de Valores, que afecta notablemente la liquidez del mercado, llegando incluso a poner en riesgo la existencia de precios futuros de referencia. Situación que de ocurrir pondría a toda la cadena de valor granaria frente a un escenario donde los operadores no podrán trasladar el riesgo que enfrentan por la variabilidad de los precios así como tampoco tendrán la señal clave para decidir desde qué cultivos es conveniente sembrar, atentos a la sustentabilidad económica productiva y ambiental, hasta en qué momento comprar la mercadería. Sería retroceder a esquemas comerciales de más de cien años atrás, pero con la complejidad y escala actual, un escenario imposible e indeseable. Es hora de enfrentar la realidad, de lograr en el presente las promesas del futuro. La respuesta a las reglas claras y señales positivas sería inmediata y desataría el verdadero potencial productivo del maíz.