Autor: Escribe: Gastón Fernández Palma / Fecha: 21/01/14
Estrategias comunes para el desarrollo
El maíz es mucho más que un alimento. Es el recurso renovable más valioso del planeta y la segunda fuente de energía después del petróleo. En los últimos años, por su valor como forraje, biocombustible y materia prima para nuevas tecnologías como los bioplásticos, se transformó en el grano más cultivado en el mundo. Además, es un cultivo estratégico para el desarrollo de los países por su capacidad para generar empleo, inversiones y desarrollo regional.
La demanda local e internacional de maíz y sus subproductos crece exponencialmente. El potencial de crecimiento de la cadena del maíz no tiene límites y la Argentina dispone de las más modernas herramientas para maximizar la producción de maíz y su transformación en múltiples productos. No obstante, en nuestro país el cultivo de maíz atraviesa una crisis formidable, fruto de la pesada carga impositiva y los crecientes problemas comerciales.
Para revertir esta tendencia es necesario un trato fiscal justo e inteligente, aplicado con sentido práctico. El normal y transparente funcionamiento de los mercados, sin cuotificaciones que afecten el normal proceso de formación de precios, y la eliminación de los derechos de exportación aplicados al maíz y a todos los productos de la cadena es fundamental para lograr la expansión del cultivo, aumentando sensiblemente la generación de valor agregado y riqueza en el interior del país, a través de su desarrollo en zonas de menor productividad.
Otros temas para solucionar son las deficiencias en logística, manejo y post cosecha. Además, debemos estimular la inversión, el mantenimiento y la rehabilitación de los sistemas de irrigación, aplicando las tecnologías modernas disponibles e implementando megaproyectos de irrigación en áreas estratégicas de nuestras provincias patagónicas, requirentes de forrajes y de generación de empleos a través de la presencia de clústeres que agreguen valor al maíz. El agua, en menos de diez años, será un recurso estratégico de las Naciones. Por consiguiente, resulta incomprensible que el agua de las cuencas patagónicas se desperdicie sin uso vertida al océano cuando se podría utilizar este recurso para ampliar el área de siembra de maíz.
Nuestro país carece de una política agropecuaria consensuada. El sector privado, por razones varias, no está en condiciones de aportar capacidad creativa. A su vez, el sector público parece correr detrás de la mecánica de los mercados, urgido por necesidades presupuestarias que nada tienen que ver con las pautas técnicas que el mismo Gobierno, con la colaboración privada, esbozara al plantear el Plan Estratégico Agroalimentario y Agroindustrial (PEA2), que hoy parece lejano y ausente.
MAIZAR tiene como objetivo primario la consolidación y unificación de todos los actores que integramos la cadena del maíz y del sorgo. Es clave contar con la dedicación y el compromiso de todos los sectores. Nuestra estrategia basada en relaciones nos permite alcanzar una visión unificada e integradora y accionar sobre la base de una perspectiva compartida por todos los actores. La propuesta implica acabar con la pequeña discusión de intereses sectoriales y mirar para y con el conjunto.
Tenemos que fortalecer nuestras instituciones, volver a pensar en el largo plazo y continuar con el diálogo y la búsqueda de consensos, tanto entre los diferentes sectores de la economía como entre el sector privado y el público. Quienes integramos MAIZAR creemos que es fundamental seguir consensuando estrategias y acciones para superar las barreras para el corto, mediano y largo plazo que se interponen al desarrollo de esta cadena de valor y que necesitan políticas activas y claras que corrijan los efectos distorsivos que afectan la competitividad del sector más activo de la economía y el de mayor saldo de balanza comercial. La respuesta a las reglas claras y señales positivas será inmediata y desatará el verdadero potencial productivo del maíz, con beneficios para toda la cadena y la sociedad en su conjunto.