Autor: MAIZAR / Fecha: 13/08/15
Los cultivos de maíz y de sorgo atraviesan una situación crítica que podría ser revertida con pocas medidas
En estos días se debate cuál va a ser la superficie destinada al cultivo de maíz y de sorgo en la próxima campaña. El interrogante no es menor, ya que las distintas estimaciones indican una intención de siembra con tendencia a la baja.
Pareciera que con la expectativa que genera el cambio de gobierno las fichas estarían puestas en los maíces de segunda o tardíos, cuando se conozcan las medidas que podrían tomarse para el campo y la economía.
Con pocas medidas, el próximo gobierno (y éste también) podrían revertir la caída y lograr que el área de maíz y de sorgo se mantenga o incluso se acreciente.
Para comprender esta situación deben analizarse por un lado los ingresos obtenidos y por el otro los costos de producción. Para comprender los ingresos, recordemos que éstos se componen de rendimiento por precio. Los rendimientos de maíz de la campaña que está terminando están en niveles records gracias a que, a pesar de los problemas, el productor y su planteo agronómico lograron desarrollar el cultivo con el más alto nivel de tecnología y profesionalismo.
Pero, a nivel local el precio del maíz recibe un castigo que surge de los derechos de exportación y los ROEs. Los precios artificialmente bajos del mercado interno se potencian con la gran cosecha de maíz y sorgo lograda a nivel mundial, que llevó el precio internacional de estos granos a la baja. A igual distancia del puerto, en Argentina el productor percibe alrededor de 80 dólares por una tonelada de maíz mientras que en Brasil le pagan 115 dólares y en Estados Unidos 150 dólares.
Por lo tanto, para mejorar los ingresos, la solución que debería aplicar el Poder Ejecutivo es la rápida eliminación de los ROEs y todas las trabas que existen para exportar maíz, sorgo y todos los productos de su cadena de valor.
También deben eliminarse los derechos de exportación para todos los productos de la cadena. Está demostrado que son el impuesto más distorsivo que se puede aplicar a cualquier economía y que tienen como consecuencia la destrucción de la capacidad productiva.
Por el lado de los costos, es la primera vez en décadas que el costo del flete es el principal para una hectárea de maíz. Se calcula que a una distancia de 170 km del puerto, el transporte de un maíz de alto rendimiento cuesta más de 450 dólares por hectárea, mucho más que el alquiler o que la suma de todos los insumos.
Un componente importante del costo del transporte es el precio del gasoil, por el cual pagamos 1.5 dólares por litro, mientras que en Brasil y Estados Unidos ronda los 0.7 dólares. Los valores de las cubiertas para camiones también son altísimos, en nuestro país se paga alrededor de 1000 dólares por una cubierta, mientras que en Brasil y Estados Unidos cuestan alrededor de 400 dólares.
Los repuestos y el mantenimiento de la maquinaria agrícola también tienen un costo muy superior al de nuestros competidores en el mercado, como muestra podemos ver los precios de las cubiertas de los tractores 23.1 30, que en la Argentina valen alrededor de 2000 dólares, más del doble que en Brasil y en Estados Unidos.
Además, las trabas a las importaciones, sumado al problema del tipo de cambio, encarecen el costo de los insumos de base importada. Muchos importadores tienen que pagar su mercadería en dólares al contado y deben importar sin saber cuándo van a poder pagar al exterior. En síntesis, tenemos los costos más altos del mundo con los precios de granos más bajos del mundo.
El nuevo gobierno tiene la oportunidad de iniciar su mandato con una enorme cosecha de maíz y de sorgo, que se traduciría en mayor generación de empleo genuino y en un importante ingreso de divisas al país generadas por la exportaciones de maíz, sorgo y productos de su cadena de valor. Pero para ello es indispensable que se anuncien ya estas simples medidas que permitirían elevar los ingresos y bajar los costos.