Maíz para silaje, o cómo descomoditizar un comodity

Autor: Ing. Agr. Luis Máximo Bertoia (M.Sc., Dr.). Universidad Nacional de Lomas de Zamora. / Fecha: 25/01/11

Dónde estamos

Cuando se utiliza el maíz para producción de silaje de planta entera, la calidad nutricional adquiere gran relevancia. El cultivo exige algunos ajustes con respecto a lo que ha sido la dirección dominante en el mejoramiento genético y la producción tradicional: producción de grano, y resistencia a enfermedades y plagas. Pequeños cambios en la calidad nutricional del forraje en materiales mejorados tendrían un impacto positivo en los sistemas productivos, principalmente en aquellos en que el silo y/o el pastoreo de maíz constituyen una alta proporción de la dieta ingerida por los animales. Como es el caso de los esquemas  altamente tecnificados de producción lechera y ganadera.

La evolución que ha tenido el cultivo de maíz para silaje es notoria. La superficie destinada a grano se ha mantenido o disminuido en los últimos años. Sin embargo, en el caso de silaje, ha crecido en forma ininterrumpida desde la década pasada.

La importancia de este cultivo radica en la posibilidad que tienen los productores agropecuarios de contar con un ración diaria de calidad durante todo el año, con elevado valor energético, fácil de producir y conservar, y muy bien aceptada por los animales. Comparado con las pasturas, el costo superior de la energía aportada por el ensilaje de maíz está ligado al carácter anual del cultivo, así como a los costos de recolección y conservación. En contraposición, una mayor utilización de pasturas obliga a adaptar los requerimientos de la hacienda a la oferta forrajera, no constante a lo largo del año.

Del total de hectáreas sembradas con maíz durante la campaña 2007-08 (3.850.000 ha), aproximadamente el 20% (770.000 ha) se destinó a silaje, concentrándose el 87 % en las provincias de Buenos Aires, Córdoba y Santa Fe. El tambo empleó el 46% (354.000 ha) del total, siendo el 54 % restante (416.000 ha) absorbido por los productores de carne. Si tomamos las producciones de leche y carne durante la misma campaña, podemos suponer que el 30 % de la leche y sólo el 5 % de la carne que se produce en el país provienen del silaje. Los valores para la campaña 2008-09 mostraron un leve aumento de la superficie sembrada y una merma en los valores de rendimiento de materia seca debido a la intensa sequía que afectó grandes regiones maiceras. La campaña 2009-10 resultó favorable por el aumento de la superficie en aproximadamente 10% y en el rendimiento de materia seca de planta completa, que alcanzó un promedio de 40 ton/ha. Estos valores, surgidos de la suma de información generada por los diferentes protagonistas del sistema, aunque aproximados, son suficientemente contundentes para extraer dos conclusiones trascendentes:
1.- El silaje de maíz juega un rol preponderante en la lechería actual, calculándose que el 85 % de los tambos lo emplea. Es evidente que si no se incrementara la producción de leche se estaría cerca del techo en la expansión de este producto.
2.- La producción de carne presenta características opuestas. Podemos afirmar que nos encontramos con valores cercanos al piso de producción, y aun así, supera en superficie a la empleada por la actividad lechera. En el caso de que la carne mantuviera precios cercanos a los promedios históricos, la demanda de semilla híbrida podría verse incrementada hasta valores insospechados. No es incoherente suponer que en un futuro no muy lejano podrían equipararse las áreas destinadas a grano y a silaje.

La complejidad de los mercados y el grado de avance de las técnicas exigen que el productor esté preparado para procesar la información y dirigirla a la generación de bienes con alto valor agregado al menor costo posible. Es decir ser verdaderamente eficiente. En la actualidad parte de la eficiencia pasa por producir un gran volumen de forraje de calidad en espacios reducidos, muchas veces, espacios que nos deja la soja. Ante la tendencia mundial a la globalización, es necesario poner a disposición de los productores métodos y materiales vegetales que permitan la producción de carne y leche de calidad, respondiendo a la demanda de los consumidores y, además, que sean capaces de generar una reducción en los costos productivos y ambientales. Frente a esta realidad nos encontramos a medio camino en el empleo de la tecnología que demanda el ensilaje de maíz. Todavía existen grandes pérdidas, algunas solucionables con inversiones mínimas. En promedio, se pierde el 25 % del silaje producido en el proceso de extracción hasta que el producto llega a la boca del animal. Un sistema de autoconsumo mal aplicado o una distribución inadecuada son las razones más comunes. Las pérdidas que genera esta ineficiencia son similares al costo de cosecha y embolsado del forraje.

Si bien la incidencia es menor, no por ello debemos ignorar la utilización frecuente de híbridos menos aptos para este destino. De acuerdo a encuestas realizadas surge que gran parte de los productores eligen híbridos para silaje tomando como principales características al volumen total de planta y su rendimiento en grano. Muchas veces el costo de la semilla también gravita en la decisión. Además se pudo observar que no cuenta con suficiente información por parte de las empresas semilleras y carece de elementos que le permitan evaluar la calidad de los materiales. Por lo tanto, es frecuente que reduzca costos de producción utilizando semilla barata, (léase híbridos de bajo costo, o “carry-over”), asumiendo que no existe diferencia entre ellos. Como consecuencia, no justificaría realizar inversiones en genética. Debemos recordar el elevado costo que tiene la cosecha (picado) de un maíz, entre cuatro a cinco veces el de cosecha para grano.

El valor nutricional del silaje está determinado por la capacidad de producción animal que es capaz de generar, es decir por la eficiencia de la conversión del forraje en producto animal. Esta conversión está condicionada por la digestibilidad del forraje, por la cantidad que puede consumir el animal y por la eficiencia de su utilización. Tales factores están interrelacionados y todos a su vez están condicionados por las características del animal y de la planta. La digestibilidad, el rendimiento en materia seca y la aceptación por parte del ganado son los principales objetivos, en ese orden, que se deben tener en cuenta en la elección de un híbrido forrajero.

Algunas reflexiones

No debemos olvidar lo importante que es preservar el recurso suelo en estos tiempos en que es necesario obtener la máxima productividad por unidad de superficie. El cultivo de maíz requiere condiciones favorables para que pueda expresar su máximo potencial. Por lo tanto, el primer paso para alcanzar esta expresión es optimizar todos los factores que permitan expresarla, entre otros, los compartidos con el cultivo para grano más momento y altura de picado. El manejo del ambiente debe ser el principal objetivo, no sólo para expresar el máximo potencial de rendimiento de planta completa, también la mayor calidad nutricional. Sólo el mejor ambiente permite expresar la mejor genética.

La excelente calidad forrajera que posee la planta de maíz minimizó los esfuerzos destinados a la mejora de la calidad nutricional y/o su aptitud para la conservación. El avance de la superficie destinada a reservas está poniendo en jaque el concepto de cultivo multiuso. Comienzan a aparecer nichos descuidados hasta ahora, tales como la especialización de acuerdo al destino de la producción. Ya no deberíamos conformarnos con una planta granífera para ensilar. La calidad nutricional de la caña ha sido la gran olvidada en todos los procesos de mejora. De acuerdo a lo presentado en los párrafos anteriores surge claramente la necesidad de elevar el grado de aprovechamiento que puede hacer el animal de la fracción vegetativa. La batalla que se libra en el mercado para mejorar el rendimiento de grano es cada vez más encarnizada y difícil. En cambio, la calidad de la caña todavía presenta una situación casi sin explotar. A medida que avance la superficie destinada a silaje, los elevados costos que significa el desarrollo de maíces específicos podrán ser diluidos por el volumen de las ventas.

Nos queda también perfeccionar la técnica del autoconsumo, lo cual requiere una nota aparte debido a la importancia que ha alcanzado y los frecuentes errores que es posible observar. Sólo habría que agregar la formación e información que reciba el productor para que pueda exigir híbridos verdaderamente seleccionados para tal fin y conozca su manejo, desde la elección del germoplasma hasta que el forraje llegue a la boca del animal. Esto es una tarea de todos, instituciones oficiales y privadas, empresas y organizaciones del ámbito agropecuario.