Autor: MAIZAR / Fecha: 25/01/12
El mundo atraviesa un vertiginoso período de cambios. El crecimiento de los estándares de vida de una población que aumenta e incluye todos los días a nuevos consumidores conduce a un substancial incremento de la demanda mundial de energía y alimentos. Hoy nos vemos en la necesidad de sustituir nuestras tradicionales fuentes de energía fósiles, que nos permitieron generar una enorme cantidad de riqueza durante años y migrar hacia fuentes de energías renovables. Al mismo tiempo, debemos limitar las emisiones de gases de efecto invernadero a la atmósfera y evitar continuar contaminando los ecosistemas donde vivimos con los desechos generados por los productos que utilizamos a diario.
En este contexto, en la última década el consumo mundial de maíz creció desde 610 millones de toneladas hasta poco más de 900 millones, un incremento de más del 50% en tan solo diez años. Las industrias que procesan el grano son cada vez más sofisticadas y lo transforman en todo tipo de productos de uso cotidiano. Además de ser el forraje por excelencia para la producción de todo tipo de carnes, la industria de etanol no se detiene, el biogás y los biomateriales vienen para pisar fuerte y el crecimiento de las industrias de molienda en los países asiáticos es exponencial.
Los cambios que ya tenemos y los que se avecinan les brindan a las cadenas agroindustriales y en especial a la cadena del maíz y del sorgo una de las mayores oportunidades para desarrollarse de la historia. No obstante, el cambio es complejo y supone tener que sortear nuevas amenazas y problemas, tanto a nivel nacional como internacional.
Para enfrentar esta realidad es imperioso el estudio metódico de la estrategia que nos permita capturar estas oportunidades. La “estrategia” es una disciplina que nos sirve para analizar el entorno, anticiparlo, y organizarnos conociendo nuestras propias capacidades. También para planificar las acciones que debemos realizar para capturar las oportunidades y eludir las amenazas. Finalmente, para evaluar los resultados obtenidos y reajustar los planes de acción. A los integrantes de la cadena del maíz y del sorgo nos responde interrogantes fundamentales, vinculados con la cadena en su conjunto y con los múltiples productos que se generan. El estudio académico y sistemático de la estrategia guía a los productos competitivos hacia sus mercados objetivos y ayuda a conocer las ventajas competitivas sostenibles que tiene o debe desarrollar cada producto para competir en mercados cada vez más duros, con competidores cada vez mejor preparados.
La cadena de valor del maíz y del sorgo constituye un pilar fundamental para el desarrollo de Argentina, ambos cereales contribuyen positivamente a la actividad económica y las exportaciones, y tienen un impacto significativo en la generación de empleo, los ingresos fiscales y la sostenibilidad del sistema productivo. Una buena cosecha de maíz genera valor en la sociedad, tanto antes de su siembra, como durante el desarrollo del cultivo y después de su cosecha. La única manera de aumentar sostenidamente los aportes de la cadena del maíz a la sociedad es mediante la generación de riqueza a partir del incremento en la producción de materias primas y sus subproductos.
Sin embargo, la concreción de los objetivos es una tarea que requiere sinergia entre todos los actores del sector privado y de un Estado que actúe como motor de las iniciativas privadas, con políticas que incentiven la producción. En el plano nacional la cadena tendrá que sortear problemas de extrema complejidad. Tal vez la más importante sea la diferencia entre el precio FOB argentino y el precio que percibe el productor. Es fundamental solucionar el problema comercial y lograr que el funcionamiento del mercado encuentre el equilibrio entre la oferta y la demanda. El mercado de maíz necesita certidumbre, la incertidumbre en los negocios siempre se traduce en descuentos en los precios, al aumentar los costos de transacción. En la Argentina nunca en la historia faltó maíz y hay capacidad sobrada para producir volúmenes muy superiores al consumo interno; además, un precio artificialmente bajo de la materia prima no le brinda a las industrias una ventaja competitiva sostenible. Los precios de los alimentos dependen de variables vinculadas con el consumidor y en menor medida del valor de la materia prima que le da origen. Otro costo que impacta negativamente es el aumento del precio de los fletes. Este problema atenta contra los productores de maíz pero también contra los consumidores locales. Un elevado valor de flete quita rentabilidad y conduce a una posible caída de la producción; entonces, las industrias locales deberán comprar el maíz a precios mucho mayores, ya que tendrán que abastecerse de distancias más lejanas.
Esta situación, sumada a la creciente presión impositiva hacia el sector, nos configura un escenario sobre el cual vamos a tener que trabajar muy fuertemente para lograr las soluciones necesarias para modificar la ecuación del productor. El productor agropecuario es crucial en la estrategia de desarrollo de esta cadena de valor. Ha sido la figura clave en la adopción continua de nuevas tecnologías en todas las áreas: siembra directa, biotecnología, fertilización, maquinaria agrícola, entre otros avances. Su rol no se limita a sembrar y cosechar un cultivo sino que también estuvo históricamente involucrado en la transformación de forrajes en carne, leche, cerdos, pollos, huevos, lana y otros productos de mayor valor agregado que llegan a mercados diversos aumentando el nivel de empleo y de inversión en el interior del país. Hoy también vemos que se están desarrollando en el país plantas de etanol propiedad de productores agropecuarios asociados.
En MAIZAR trabajamos para solucionar los problemas de coyuntura pero también pensamos en el largo plazo. Años atrás comenzamos a ver que la producción de etanol a partir de maíz era una buena oportunidad para la Argentina y hoy tenemos varias plantas en construcción que en el corto plazo significarán una demanda adicional de más de 1 millón de toneladas de maíz y sorgo. Además, la importancia fundamental que tienen el uso de gas y electricidad en nuestra matriz energética le brinda a estos cultivos otra oportunidad para sustituir biocombustibles fósiles por renovables a través del biogás. Con solo 1,5 millones de hectáreas de maíz podríamos producir biogás suficiente como para sustituir en las redes existentes los 3 mil millones de dólares de gas natural licuado que importa anualmente el país. Por su parte, el MinCyT, MAIZAR y otras instituciones venimos trabajando para el desarrollo de biorefinerías, un nuevo concepto en la obtención de productos.
Las condiciones agro ecológicas privilegiadas para el desarrollo del maíz que posee la Argentina nos brinda la posibilidad de aumentar significativamente la superficie sembrada con el cultivo. En los últimos años la agricultura argentina ha ganado competitividad gracias a la biotecnología, el mejoramiento genético y mejores prácticas de manejo. El maíz fue el cultivo más beneficiado, gracias al trabajo científico obtuvo los mayores aumentos de rendimientos en los últimos 40 años, crecieron desde 2.000 kilos/ha en 1970 hasta 8.500 kilos/ha en 2009 como promedio nacional. Por lo tanto, es fundamental seguir desarrollando los conocimientos y las tecnologías necesarias para que el cultivo exprese su máximo potencial en las distintas zonas de nuestro país, ya que aún quedan zonas como el NOA, el NEA o la Patagonia donde todavía existe un gran potencial por desarrollar.
MAIZAR, tiene como objetivo primario la consolidación y unificación de todos los actores que integran la cadena del maíz y del sorgo, desde la tecnología del cultivo y su producción como grano hasta su industrialización más tecnificada. Es clave contar con la dedicación y el compromiso de todos los sectores para fijar metas comunes que sean la base de nuestros planes de acción. Nuestra estrategia basada en relaciones nos permite alcanzar una visión unificada e integradora y accionar sobre la base de una perspectiva compartida por todos los actores internos y externos comprometidos con el desarrollo. Este ejercicio de trabajo no es una gimnasia fácil, requiere mucho tiempo y esfuerzo armonizar los intereses de los diversos sectores. Pero vale la pena, pues es la única actitud que hace posible un desarrollo armónico. La propuesta implica acabar con la pequeña discusión de intereses sectoriales y mirar para y con el conjunto. Tenemos que volver a pensar en el largo plazo, instaurar el diálogo y la búsqueda de consensos tanto entre los diferentes sectores de la economía como entre el sector privado y el público, sobre todo en aquellas áreas donde existe disenso entre los distintos sectores.
El potencial de crecimiento de la cadena no tiene límites y la Argentina dispone de las más modernas herramientas para maximizar la producción de maíz y sorgo y su transformación en múltiples productos como almidones, fructosas, harinas y proteínas animales de alto valor como las carnes aviar, porcina y vacuna, además de huevos y productos lácteos, etanol, biogás, entre otros productos cuya demanda crece exponencialmente. Sin embargo, las inversiones necesarias para lograr los objetivos son cuantiosas y requieren la participación de todos los sectores involucrados para alcanzar los acuerdos que garanticen un futuro próspero y sostenido para nuestra sociedad. Debemos aprovechar hoy esta oportunidad histórica que tenemos para desarrollarnos a partir de la cadena de valor del maíz y del sorgo. Las bases están dadas: contamos con los mejores suelos, productores entre los más eficientes del mundo, la tecnología más avanzada y un gran impulso industrial y comercial. Todo está listo para multiplicar el negocio actual; por estas razones, invitamos a todas las personas comprometidas con el cambio a sumarse a nuestro esfuerzo y trabajar juntos en MAIZAR.