Autor: Ing. Martín Fraguío Director Ejecutivo de MAIZAR / Fecha: 25/01/13
El 2013 es un año especial para el etanol en Argentina, ya que es el año de inicio de operaciones de las primeras plantas de producción a partir de maíz y sorgo.
Este biocombustible es el primer sustituto de un combustible fósil que ocupa un volumen significativo en varios países del mundo. Las dos principales materias primas son el maíz y la caña de azúcar, aunque también se produce a partir de sorgo, trigo, remolacha azucarera y otros productos con alto contenido de azúcar o almidón.
Hace unos diez años la principal pregunta era si estos productos agrícolas serían capaces de cubrir una porción significativa de la demanda mundial de naftas a partir del aumento de la producción agrícola. El maíz ha demostrado su gran capacidad de aumento de la producción pasando de 570 a 950 millones de toneladas de producción anual desde 2000 a 2013. En nuestro país de 15 a 25 millones de toneladas.
El segundo cuestionamiento que se hace hoy al etanol es si esta industria compite con los alimentos o por el contrario promueve el aumento de su producción. El etanol se produce a partir del almidón contenido en los granos, dejando cerca de un 45% del grano con un alto contenido de proteína, energía, vitaminas y otros elementos para uso alimenticio o forrajero. En otras palabras está claro que si no existiera la industria de maíz y sorgo que produce etanol, los granos que estas consumen no se producirían y por lo tanto la oferta global de alimento y forraje sería menor a la que existe gracias a la demanda de granos de esta industria.
Sin embargo, no es este el principal aporte que hace al mercado de alimentos y forrajes la industria de etanol. Cuando analizamos el funcionamiento de los mercados de granos forrajeros (maíz, sorgo, cebada, etc.), carnes, lácteos, etc. durante las últimas 7 o 8 décadas vemos que estos mercados estuvieron dominados por la aparición recurrente de excedentes de producción. Estos excedentes de producción generaron caídas en los precios y guerras comerciales que en todos los casos fueron ganadas por aquellos países que fueron capaces de proteger con subsidios a sus productores y exportadores.
Estos excedentes al ser volcados al mercado mundial desincentivaron las inversiones y la producción agrícola, ganadera, lechera y agroindustrial de los países que no podían subsidiar a estos sectores y así su capacidad productiva se reducía y sus productores emigraban.
La industria de los biocombustibles es la primera actividad económica que permite la canalización de los excedentes de producción a un mercado no alimenticio, y de esta manera la capacidad productiva de los países, sin importar sus subsidios, puede mantenerse y seguir creciendo.
Hay muchas más preguntas que surgen a partir de la relevancia que van tomando los cultivos de maíz y sorgo y sus usos: ¿Cómo impactan en el ambiente, en forma positiva o no? ¿Este impacto puede mejorar con el tiempo? ¿Sustituye a productos no renovables? ¿Generan empleo, desarrollo y riqueza? ¿Esta riqueza abarca a individuos desde las comunidades más alejadas? ¿Los alimentos y la energía que generan son competitivos? Muchas de estas preguntas son genuinas y representan la preocupación por un futuro mejor, otras son la justificación para inhibir la innovación y el cambio que está ocurriendo a partir de esta nueva agroindustria.
En más de cien países se ven desarrollos agrícolas no vistos, con aumentos de rendimiento muy significativos, aunque todavía en niveles ínfimos respecto a nuestro país. La aparición de esta nueva agricultura está siendo acompañada por producciones de carnes, leche o industrias, entre las cuales está el etanol o el biogás. Son muchos los países del mundo que iniciaron el camino del desarrollo agroindustrial a partir de un nuevo mercado mundial que puede canalizar los excedentes sin daños a los más débiles.
La aparición de las primeras plantas industriales de etanol significa para muchas comunidades la “primer fábrica del pueblo”, esta capacidad que tiene el maíz de ser separado en componentes trae una gran prosperidad de la mano de nuevas oportunidades para nuestro país. Hecho que se ve también reflejado en el resto del mundo.
Estamos viviendo un período de transición entre dos épocas, la de la explotación de los recursos de forma no renovable a una donde las actividades humanas se entrelazan con el ciclo de la vida. Para algunos esto se llama la “bioeconomía basada en el conocimiento”. La recién nacida industria de etanol de maíz y sorgo constituye la piedra fundamental de esta nueva era.