Autor: ASA / Fecha: 25/01/14
En Argentina, el 70% de los incrementos de rendimiento en maíz son atribuibles al mejoramiento vegetal. En el corto lapso de los últimos 40 años, se pasó de 2,3 ton/ha promedio país, a principios de la década del setenta, a 6,6 ton/ha en la campaña 2012/13, llegando a obtener hasta 13 ton/ha en campo de productores en la zona núcleo con materiales de última generación. En los ensayos controlados, los rendimientos se acercan a 20 ton/ha.
Para desarrollar un híbrido de maíz de última generación se necesitan unos trece años de trabajo de cientos de profesionales ligados a las actividades de mejoramiento vegetal, ensayos de laboratorio y campo, inversión millonaria en equipamiento y recursos humanos a la altura de estos desafíos.
Un programa de mejoramiento vegetal en maíz para la obtención de híbridos necesita de un cuidadoso trabajo para la creación de líneas a través de sucesivas autofecundaciones y luego, el cruzamiento de esas líneas para comprobar cuáles combinaciones son las mejores para crear los híbridos. La selección de las mejores combinaciones –antes solamente cuantificable mediante ensayos- hoy está asistida mediante la utilización masiva de marcadores moleculares en toda la etapa del desarrollo de los materiales. Las combinaciones de las líneas son probadas en ensayos de campo en diferentes localidades por varios ciclos de siembra para determinar cuáles serán los que llegarán a ser comerciales y se venderán a los productores. Menos del 0,01% de los híbridos (combinaciones de líneas) probados en los ensayos de campo llega a cumplir los requerimientos para ser un híbrido comercial.
La utilización de herramientas de la biotecnología moderna, como los marcadores moleculares y la ingeniería genética, aunados a la posibilidad de realizar ensayos de materiales en contra estación, ha permitido acortar el tiempo promedio de obtención de nuevos híbridos. Sin embargo, si el híbrido obtenido es transgénico, el mismo debe ingresar al sistema regulatorio aportando numerosos datos de ensayos para demostrar su seguridad ambiental y alimentaria, proceso que puede demorar de 3 a 5 años. También hay que tener en cuenta que una vez que la empresa obtentora tiene el material debe inscribirlo en el Registro Nacional de Cultivares (RNC) del Instituto Nacional de Semillas (INASE) para poder comercializarlo. Este trámite implica tres años más de ensayos de campo.
Luego de todos estos esfuerzos, el juzgamiento de la calidad del nuevo material genético está en manos de los productores.