Autor: Martín Díaz-Zorita, miembro del Comité Técnico de Fertilizar Asociación Civil / Fecha: 25/01/14
El cultivo de maíz tiene un importante rol en los sistemas agropecuarios tanto por su producción de granos como por sus aportes de materia orgánica y consecuentes beneficios a los suelos y cultivos en rotación. Sus raíces facilitan la formación de poros y consolidan la estructura de los suelos mientras que sus rastrojos además de ser voluminosos perduran en la superficie por mayor tiempo que otros residuos de cosecha. Estos elementos son de gran importancia para el manejo eficiente de la economía del agua para los cultivos al mejorar la capacidad de los suelos de captar y almacenar el agua de lluvia y atenuar pérdidas por evaporación. Además, el mantenimiento de la cobertura de los suelos con rastrojos reduce riesgos de pérdida de suelos por vientos y lluvias intensas.
El manejo de altos aportes de materia orgánica y cuidado de la cobertura de los suelos por no remoción en siembra directa junto con la adecuada nutrición de los cultivos son pilares de relevancia en la implementación de buenas prácticas de producción. Para lograr este propósito es importante maximizar la producción del cultivo y que en gran medida se alcanza a través del manejo equilibrado de la nutrición.
El maíz, en gran parte de la región maicera argentina, se desarrolla en condiciones limitadas en la oferta de fósforo, nitrógeno, azufre y zinc requiriendo la implementación de estrategias eficientes de fertilización para maximizar su capacidad productiva y lograr un eficiente uso de la oferta de agua.
En el caso de la fertilización con fósforo su uso es de importancia en siembras tempranas al mejorar la implantación del cultivo y captación temprana de recursos productivos y es el análisis del suelo una herramienta de gran utilidad para definir dosis de suficiencia para el cultivo. Dada la escasa movilidad del fósforo en los suelos y favorables condiciones de relación insumo-producto, en términos de la cantidad de maíz requeridos para comprar una cantidad equivalentes de fertilizante, es recomendable la implementación de estrategias de fertilización con dosis tales que contribuyen a mantener o mejorar la fertilidad fosfatada de los suelos.
Al conocer el ambiente donde se desarrollará el cultivo y la adecuada medición de la oferta de nutrientes según áreas con similar productividad se pueden establecer estrategias eficientes de fertilización. En el caso de manejo de la nutrición nitrogenada, tanto para cultivos de siembra temprana como tardía, la cantidad de fertilizantes a aplicar se relaciona tanto con la cantidad disponible en el suelo como la productividad alcanzable o esperada del cultivo. En condiciones no limitadas en la oferta hídrica tanto por reserva de agua en el suelo como por aportes posteriores por lluvias, e independientemente de la fecha de siembra, la menor productividad alcanzada por maíz puede relacionarse con sitios de inferior fertilidad química de los suelos siendo indispensable la implementación de correcciones con nitrógeno.
En el caso de azufre, la intensificación productiva y la consecuente extracción ha conducido a la ampliación en las áreas con deficiencias y es recomendable su aplicación para lograr principalmente mejorar la eficiencia en el uso del nitrógeno tanto del suelo como el aplicado al fertilizar. Cada campaña es más frecuente la detección de lotes con síntomas de deficiencias en zinc y consecuentes respuestas a la fertilización con este elemento. Los análisis de suelos pueden contribuir a delimitar áreas con deficiencias y establecer, principalmente en cultivos de siembra temprana, su incorporación al fertilizar en la siembra o durante estadios vegetativos iniciales del maíz mejorando en particular la eficiencia de aprovechamiento del fósforo.
La inversión en tecnologías de fertilización de maíz es una decisión que aporta no solo una atractiva rentabilidad sino que, en las condiciones productivas actuales, es una oportunidad para planear la reposición de nutrientes de baja movilidad en el suelo. Los beneficios de la fertilización, integrados con otras prácticas de manejo de alta producción, ayudan tanto a alcanzar positivos resultados del cultivo como a la consolidar la sustentabilidad de los sistemas productivos.