Autor: Julius Schaaf Presidente del Directorio – US Grains Council Presidente de MAIZALL – Alianza Internacional del Maíz / Fecha: 25/01/14
La ciudad de Buenos Aires y Randolph en Iowa (EEUU), están separadas por más de 9.000 kilómetros, pero la distancia no ha impedido que los productores de ambos países trabajemos conjuntamente. En los últimos años he tenido el privilegio de trabajar con varios dirigentes del agro de Argentina y Brasil. Nos convertimos en colegas y amigos, pero además compartimos un compromiso común.
La producción agropecuaria de Argentina, Brasil y Estados Unidos enfrenta el desafío de alimentar a 2,5 millones de personas adicionales a la población actual para el año 2050. Al mismo tiempo, cientos de millones de personas saldrán de la pobreza y lograrán un estándar de clase media, con lo cual la demanda de alimentos crecerá aún más. En este contexto, Naciones Unidas estima que es necesario incrementar la producción de alimentos en un 70 % para mediados de siglo. Y tenemos que hacer esto con las crecientes limitaciones de tierra y agua y cumpliendo con los desafíos ambientales. Para algunos, esto puede sonar como un desafío sin precedentes. Pero los agricultores sabemos que podemos hacerlo, porque ya lo hemos hecho antes.
Cuando era mucho más joven, en el año 1980, la población mundial era de 4,5 miles de millones de personas. Entre 1980 y 2010 se añadieron 2,5 miles de millones de personas a este planeta. En ese tiempo, gracias a la mejora de la tecnología, mis rendimientos aumentaron un 25% y pude reducir el consumo de combustible aproximadamente un 35%. También eliminé por completo el uso de insecticidas de aire y reduje significativamente el uso de productos químicos. Mi historia no es única, y no se limita a los Estados Unidos. Uno puede mirar, por ejemplo, la producción de maíz argentino y ver que, impulsada por la tecnología, la productividad aumenta allí también. Los productores no logramos estos resultados simplemente haciendo lo que siempre habíamos hecho. Nosotros iInnovamos.
Nos convertimos en mejores productores. En mejores conservadores de la tierra. Hoy contamos con tecnología que nos permite aplicar la semilla, fertilizantes y productos químicos agrícolas con gran precisión. Tenemos mejores híbridos, tanto del mejoramiento convencional como de la biotecnología, que es una de las mayores innovaciones agrícolas en la agricultura que he visto en mi vida. Muchos de los logros descritos se atribuyen directamente a la adopción de los cultivos biotecnológicos.
Estas herramientas son utilizadas por todos los principales países productores de maíz de América. He tenido la oportunidad de conocer a compañeros productores en Argentina y Brasil, que me permitieron comprender mejor cómo mis experiencias en mi campo son compartidas por muchos productores de otros países. Estamos igualmente comprometidos con la alimentación de un mundo más grande, más sano y más próspero. Y con las nuevas tecnologías que nos permitirán ganar esa carrera. Pero además, los productores y exportadores de maíz compartimos los mismos desafíos en lo que respecta a las restricciones comerciales.
La producción de Argentina, Brasil y los Estados Unidos coincide en lo siguiente: cada vez que vemos regulaciones sobre biotecnología advertimos que se utilizan como una medida proteccionista por parte de los países que desean restringir las importaciones. Ya se trate de la Unión Europea, China, u otros, algunos países están usando el disfraz de sus sistemas normativos a bloquear las importaciones de maíz. Esta politización de la ciencia socava la confianza del público en el gobierno y la seguridad de las tecnologías que utilizamos los agricultores.
Debo enfatizar este punto: nunca plantaría una variedad de maíz que no esté dispuesto a consumir por mí mismo o a dar a mis hijos y nietos. Los productos que exportamos son los mismos que comemos en casa. Estamos compartiendo nuestro excedente de alimentos con el mundo. Creemos que los consumidores de todo el mundo deben tener libertad para comprar los mismos alimentos que llenan las góndolas de los supermercados estadounidenses.
La resistencia a la tecnología agrícola es costosa. En 2012, los productores de los Estados Unidos sufrieron la peor sequía en más de 100 años. Una variedad de maíz tolerante a sequía se había desarrollado y estaba autorizada para su uso en los Estados Unidos, pero la falta de aprobación en mercados como China y la Unión Europea impidió que muchos productores hayan accedido a esta tecnología tan importante cuando más la necesitaban. La Unión Europea aun no ha aprobado esta variedad para la importación. Los productores de los EE.UU. están cultivando esta variedad, pero no pueden exportar la producción a Europa. Así, los consumidores europeos son los que pierden.
Mis amigos en Argentina y Brasil se han enfrentado a retos similares en relación a la adopción de la tecnología y el acceso a los mercados extranjeros. Es por eso que hace un año formalizamos la creación de MAIZALL: La Alianza Internacional del Maíz. Como una alianza de la producción y exportación de maíz, queremos trabajar con nuestros gobiernos y nuestros clientes en todo el mundo para alentar a los gobiernos a armonizar mejor los sistemas de regulación para que la biotecnología no sea una barrera para el comercio.
Si vamos a cumplir con el desafío de alimentar al mundo en 2050, entonces tenemos que fomentar la innovación, no paralizarla. Necesitamos que los gobiernos defiendan la ciencia y eduquen al público sobre la seguridad de las tecnologías. Necesitamos tecnologías que todavía están en el laboratorio -como una variedad de maíz que utiliza al nitrógeno en forma más eficiente, reduciendo así las necesidades de fertilización- para que estén disponibles para los productores de todo el mundo.
Tenemos que aumentar la productividad agrícola. Necesitamos un enfoque integral de la seguridad alimentaria mundial, que intente mejorar todas las facetas de la producción y distribución de alimentos. Aquellos que tratan de restringir nuestro acceso a la tecnología pueden optar por ignorar el pasado, pero la tecnología nos permitió alimentar a un adicional de 2,5 millones de personas entre 1980 y 2010, y ahora la necesitamos para alimentar a las próximas 2,5 millones de personas. Como productores, estamos dispuestos a aceptar el reto - pero me pregunto si los que se oponen a la tecnología están dispuestos a aceptar la responsabilidad si causan que fracasemos. Esos costos serán asumidos en gran parte por los más pobres entre los pobres. Se merecen un futuro mejor. Y podemos construir un futuro mejor, si nos permiten utilizar las herramientas de la tecnología moderna.