Autor: Eduardo J. Trigo – Director del Grupo CEO / Fecha: 25/01/15
El mundo se encuentra en un proceso de profundo cambio, aunque a simple vista es difícil apreciar la profundidad del mismo. Un ejemplo cercano son los artefactos móviles para captar y enviar datos, que nos permiten tomar decisiones con niveles de información impensados hasta hace muy poco tiempo, lo que nos permite elegir rutas o medios de transporte y evitar congestiones, tiempo y energía, así como una agricultura con mayor despliegue territorial y eficiencia. Por su parte, las energías renovables nos permiten imaginar un mundo menos dependiente de la extracción y explotación de recursos fósiles, con el sol como fuente primaria de energía, y el papel de las plantas – que son las primeras receptoras de la energía solar - al tiempo que resaltan como todas nuestras actividades integran el ciclo de la energía, y que como juegan en esto las leyes de la termodinámica.
En las últimas décadas los adelantos en la genética y la biotecnología permitieron alimentar a la población mundial actual y comprender el funcionamiento de los seres vivos en los distintos ecosistemas, y como cuidarlos y mejorarlos. A partir de este conocimiento a nivel celular comienza ahora a aparecer una nueva tecnología de lo pequeño que está permitiendo crear estructuras con propiedades increíbles, conocida como nanotecnología, y casi todas las actividades que desarrolla el ser humano comienzan a converger alrededor de estas cuatro tecnologías: 1) la tecnología de la información, 2) la genómica, 3) la biotecnología y 4) la nanotecnología.
La bioeconomía, entendida como el conjunto de sectores que usan recursos o procesos biológicos para la producción de bienes y servicios, aparece cada vez mas como una estrategia adecuada para hacer frente a los desafíos que es necesario enfrentar en las próximas décadas. El aumento de la población y la demanda, el cambio climático, la degradación de cientos recursos estratégicos como suelos y biodiversidad, entre otros aspectos, resaltan que el “business as usual”, esta dejando de ser una opción, y es necesario recurrir a la innovación para lograr nuevos senderos que re-equilibren expectativas y recursos. Frente a estos desafíos, muchos países ya han comenzado a aprovechar las oportunidades dentro de eso que empieza a conocer como la bioeconomía, y que también representa una gran oportunidad para la Argentina actual.
Entre sus muchos desafíos, la Argentina enfrenta hoy el de volver a un sendero económico donde la inversión desempeñe un papel central, y por lo tanto, la discusión de los criterios de hacia donde orientarlas es importante. Por muchos motivos, la bioeconomía es una perspectiva útil para identificar opciones y guiar las decisiones sobre los futuros senderos de desarrollo. La Argentina esta bien posicionada en cuanto a la capacidades que se requieren en la bioeconomía. La disponibilidad y diversidad de biomasa y las capacidades en ciencia, tecnología e innovación son aspectos estratégicos en los nuevos escenarios, y la tiene fortalezas en ambos. Es un tradicional, e indiscutido productor de biomasa de alta calidad, y lo ocurrido con la producción agropecuaria en las últimas dos décadas resaltan aún mas ese potencial. El lo científico-tecnológico, las fortalezas no son, quizás, tan evidentes, pero el país ha sido y es, pionero en este tipo de desarrollos en América Latina, y es líder a nivel mundial en el aprovechamiento de las innovaciones biotecnológicas aplicables al agro, a lo que hay que sumarle la infraestructura institucional, empresaria, logística y de recursos humanos que llevo a esos logros, y también cuenta a la hora de encarar los nuevos desarrollos.
En paralelo, la bioeconomía esta transformando las relaciones agricultura – industria. La biologización de la economía que plantea la bioeconomía, permite migrar a estrategias industriales mas circulares que aprovechan las tecnologías en cascada y los procesos de reciclado para el desarrollo de cadenas de valor completamente nuevas, y con un mucho mas complejo entramado de interrelaciones entre ellas, donde las distintas materias primas contribuyen a diversas cadenas dependiendo de cómo se den las relaciones de demanda, disponibilidad de tecnología y los costos de oportunidad de los recursos involucrados en cada situación en particular. Estas redes de valor, que conforman lo que podría denominarse la “industria de la biomasa” en un sector transversal que aporta insumos y componentes al conjunto de la industria (química, automotriz, construcción, cosmética, etc.) y no solamente a los sectores industriales tradicionalmente asociados a la “agregación de valor” a la producción agropecuaria (alimentos y bebidas, textiles, etc.).
Esta permite replantear los vínculos entre agricultura e industria más allá de la visión pendular entre el desarrollo de la “agricultura” - el sector “tradicional” – y la “industria”, concebida como “el progreso”, y que llevo a priorizar la sustitución de importaciones como estrategia de desarrollo, sin mirar al entramado de interacciones entre los sectores agropecuario e industrial y las incalculables sinergias entre esas interacciones. Pensar en bioeconomía, permitiría dejar atrás esa dicotomía que ha sido tan costosa para el país, y diseñar nuevas estrategias para aprovecharlas.
Mas allá de estas cuestiones, de por si importantes, por sus características físicas (esencialmente volumen) y, en la mayoría de los casos, su bajo costo unitario, la biomasa “viaja mal”, y no es una categoría homogénea. Las diferencias en relación a la composición química, densidad energética y transportabilidad de los distintos tipos de biomasa, hacen que a diferencia de las industrias basadas en los recursos fósiles, los desarrollos en este sector requieren de su localización cercana a las fuentes de materia prima y determina, en última instancia, que la disponibilidad de volumen y diversidad represente una fuente de competitividad y buen punto de partida para el desarrollo de las nuevas cadenas de valor. Esto, tiene implicancias en el despliegue espacial de los desarrollos en la bioeconomía, y el papel que la misma puede desempeñar en el reordenamiento de las economías regionales que es indispensable encarar.
Todas estas oportunidades deben considerarse en un contexto en que la mayoría de los sectores y segmentos de mercado que integran la bioeconomía a nivel internacional, son nuevos y, por consiguiente, aún no consolidados. Las barreras a la entrada no están totalmente definidas, por lo que existen beneficios extraordinarios a captar por parte de quienes ingresen tempranamente en los nuevos mercados. En este marco, la inserción de la Argentina en los mercados relacionados con la bioeconomía parece ser muy diferente a la que enfrentó el país durante el inicio y consolidación del ciclo de la economía del petróleo, y que arrastramos hasta el presente. La oportunidad, no cabe duda, esta allí. Lo que ha pasado con el uso de la biotecnología en la agricultura, la siembra directa, los bioecombustibles, y otros casos, son prueba del potencial. El desafío es como construir sobre estas experiencias una estrategia potente y efectiva que nos permita salir de la visión lineal: "explotó recursos", "uso" y "descarto", hacia una perspectiva mas circular donde cada actividad del hombre y su ambiente está inserta en los ciclos de la energía, los gases, el agua y los nutrientes (o los materiales).
Cuando analizamos esos ciclos a la luz de las leyes de la termodinámica y el desarrollo económico queda claro que el progreso armónico del ser humano y su ambiente solo va a ocurrir si los cuidamos y mejoramos, y la bioeconomía ofrece grandes oportunidades como punto de partida de este proceso.