Autor: Fernando Vilella - Especial Maíz del Diario La Nación / Fecha: 13/10/18
La bioeconomía es un nuevo paradigma de las ciencias económicas, biológicas y agrícolas. Puede ser entendida como toda actividad económica basada en la biología, la biotecnología y la agronomía, destinada a la producción y transformación sostenibles de toda la biomasa renovable. Consiste en combinar biomasa y conocimiento avanzado para el mejor aprovechamiento integral de la misma, reduciendo al mínimo el impacto ambiental y generando crecimiento en lo económico y social. Ese conocimiento generado, en laboratorios o en empresas, debe concertarse con profesionales que puedan escalar y llevarlo al mercado, con empresarios que arriesguen su capital, tiempo y talento en generar bionegocios con productos a precios competitivos globales y con un sistema institucional alineado con estos objetivos.
Estamos en transición hacia un nuevo paradigma económico caracterizado por la inclusión social, la eficiencia en el uso de los recursos naturales y las bajas emisiones de dióxido de carbono (CO2). El desarrollo de empresas de bionegocios es una prioridad estratégica para la mayoría de las naciones del mundo porque permite, por un lado, reducir la dependencia en petróleo y, por el otro, atenuar el impacto ambiental de la actividad humana.
Las plantas interceptan luz solar y, a través de la fotosíntesis, generan
tejidos y órganos; es la biomasa constituida por múltiples y diversas
moléculas. De ellas, solo aprovechamos una parte; el resto, rico en
energía, biomoléculas valiosas, productos medicinales o insumos
industriales, es desaprovechado por falta de conocimiento, de tecnologías,
de logística o de infraestructura. De los cultivos solo usamos sus granos;
de los animales, sus músculos y alguna víscera; de un árbol, en el
aserradero, solo el 55% del volumen de madera; en frutihorticultura
desechamos más del 30% de lo cosechado, y así en todos los rubros
productivos.
El maíz es un cultivo líder y clave en la visión de la bioeconomía, ya que es sin dudas uno de los más eficientes en acumular energía solar en sus tejidos, con productividades que pocas especies logran. Es probablemente la especie más mejorada, totalmente diferente a sus antecesores originales, y es muy dependiente del hombre, desaparecería junto a este. La acumulación de conocimiento incorporado al genoma durante siglos, desde las comunidades americanas a los más modernos laboratorios biotecnológicos, genera múltiples oportunidades de uso en países con las cuencas fotosintéticas per cápita más grandes y excedentarias del planeta. La Argentina tiene solo el 0,6% de la población global y más del 2% de la biocapacidad (el triple por habitante medio mundial), más profesionales y empresarios de alta calidad que generaron un sistema productivo que, aplicado integralmente, es el más sustentable a gran escala.
Hay que tener presente que, mientras la producción mundial de grano de maíz está en el orden de los 1000 millones de toneladas, solo el 14% se comercializa internacionalmente, negocio en el que la Argentina tiene un rol importante: tercer exportador, lejos del cuarto. Podemos crecer si vamos a rotaciones más equilibradas, pero cada millón de hectáreas genera un equivalente a casi un 6% del mercado. Así, si reemplazáramos un quinto del área actual de soja (18 millones de hectáreas) se agregaría un 20% de mercado, lo que derrumbaría los precios. Por ello, es estratégico transformar ese maíz en etanol, química verde, carnes, biogás, energía eléctrica, biomoléculas, etcétera.
Por: Fernando Vilella, El autor es director del Programa de Bioeconomía de la Fauba