Autor: Alberto Morelli para el especial de Maíz de la Nación / Fecha: 17/10/19
La cadena del maíz viene demostrando su decisión de invertir. Desde que asumió el gobierno que lidera el presidente Mauricio Macri, que redujo las retenciones y eliminó los gravosos controles de exportación conocidos como ROE, el área sembrada con maíz ha crecido nada menos que 53%, hasta alcanzar el récord de 7,5 millones de hectáreas en la campaña que se está terminando de cosechar, de las cuales cerca de 6 millones corresponden a granos comerciales y el resto a maíces con destino al consumo animal directo. Esto es, más cereales, más carnes, más lácteos, más bioetanol, más exportaciones.
Todo parece indicar que esta tendencia positiva se mantendrá en la próxima campaña. La demanda mundial de maíz crece y el principal abastecedor, Estados Unidos, sufre un serio problema climático, lo que configura un escenario interesante para el maíz argentino. El maíz tiene chances de encaminarse hacia un nuevo récord.
Esto nos estimula a trabajar fuertemente en la exportación, tanto de maíz como de los productos de su transformación. Desde Maizar celebramos el acuerdo Mercosur-UE, que generará inversiones en el sector y les permitirá a sus productos llegar a un mercado de más de 500 millones de consumidores con alto poder adquisitivo, que representan alrededor del 30% del PBI mundial.
Pero si para llegar al actual pico histórico de maíz no hizo falta más que quitarle el pie de encima a los cereales, profundizar el desarrollo con nuevas industrias y agregado de valor requiere un poco más de acompañamiento. El sector y el país necesitan retomar un sendero que propicie las inversiones, desde lo económico, lo político y lo institucional. Por un lado, se hace necesario encarar decididamente los factores que afectan la competitividad de nuestras industrias. Dejando de lado la inflación, el peso de los altos impuestos y la evasión impositiva van muy en contra de la competencia y la transparencia, y esto obstaculiza las decisiones de inversión.
También se precisa previsibilidad. Con las plantas e inversiones en etanol realizadas hasta hoy, el sector puede abastecer un aumento del corte bio de las naftas, del 12% actual, al 15%. Esto no solo agregará valor al maíz y nuevas fuentes de trabajo, también supone ventajas ambientales.
Sin embargo, esta decisión se demora, y además las normas que regulan este biocombustible han cambiado en varias oportunidades, hasta que finalmente se derogó la fórmula de cálculo del precio, lo que deja al sector en una gran incertidumbre.
A la inversa, celebramos la disminución de los derechos de exportación aplicados al maíz pisingallo, que pasará a tributar $3 en lugar de 4 por cada dólar exportado. Esto mejora la competitividad de un cultivo especial que venía perdiendo mercados trabajosamente conseguidos, principalmente a manos de Brasil.
Estos son solo dos de los productos que, como cadena de valor del maíz, transformamos y ofrecemos al consumo local y mundial, generando inversiones y miles de empleos. Aumentar cuantitativa y cualitativamente nuestra oferta de manera sostenida genera riqueza, y este es el aporte que podemos y queremos hacer a la sociedad y al desarrollo del país.
Creemos que la generación y concreción de objetivos es una tarea que requiere del compromiso de todos los actores del sector privado, tanto en el trabajo institucional como en el financiamiento, y de un Estado que actúe como motor de las iniciativas privadas, con políticas que incentiven el desarrollo y permitan ir superar obstáculos.
En este sentido, tal como ocurre en los países competidores, creemos que para desarrollar nuevos mercados deberá analizarse la creación de una organización público-privada, sin fines de lucro, que nos permita tener agentes permanentes en los principales destinos de nuestras exportaciones agroalimentarias. Con la sinergia de ambos sectores, podremos impulsar activamente nuestros productos hacia un mundo con crecientes requisitos de calidad e inocuidad.
Un funcionamiento eficiente de nuestro sistema productivo y comercial precisa un enfoque integral, que contemple acciones articuladas, con el objetivo de reducir el impacto del riesgo climático y el de precios en función de su frecuencia e intensidad.
Queda mucho por hacer, sigamos trabajando juntos para lograr una Argentina con trabajo digno, crecimiento e inclusión social.