Autor: MAIZAR / Fecha: 03/07/20
Maíz: el cultivo más industrializado del país,
hecho con las prácticas más sostenibles del mundo
En el panel “La cadena del maíz en la respuesta a las nuevas demandas ambientales, económicas y sociales ”, en el que disertaron Julián Echazarreta, secretario de Agricultura, Ganadería y Pesca de la Nación; Agustín Tejeda, presidente del Congreso Maizar; Gonzalo Agusto, de la Bolsa de Cereales de Córdoba, y Hernán Zunino, de The Nature Conservancy, moderado por José Martins, de la Bolsa de Cereales de Buenos Aires, en el Congreso Maizar 4.0.
“Por sus efectos multiplicadores, el sector agroindustrial tiene un papel trascendental en esta crisis”, dijo José Martins, presidente de la Bolsa de Cereales de Buenos Aires. “Tenemos que poner foco para revertir el impacto en el medioambiente, es imperativo ir a un equilibrio sostenible y equitativo. ¿Cuál es la contribución de nuestro sector?
Hernán Zunino, de The Nature Conservancy (TNC), una ONG conservacionista estadounidense que está en la Argentina desde 2008, se refirió al imperativo de la sostenibilidad: “La cadena del maíz es la respuesta a las nuevas demandas”, aseguró.
“La deforestación es parte de un tema global y la agricultura comercial juega un rol importante; el Gran Chaco fue una de las áreas más afectadas”, dijo Zunino. En este sentido, no le pareció casual que la Ley de Bosques, que clasificó las áreas del país para proteger a las más vulnerables, haya surgido en 2007, cuando las tasas de deforestación eran más altas. “En la medida en que hay más conciencia y reclamos, crece la necesidad de trazabilidad: se busca saber de dónde provienen las distintas materias primas, que no sean de deforestaciones”, y esto se mapea con distintas herramientas.
Según Zunino, “la Argentina es pionera en protocolos de buenas prácticas: siembra directa, cultivos de servicio, proteger los hábitats naturales, cuidar el uso de insumos, son todas prácticas usuales en el país que en el mundo no están ni cerca. Aquí hay un largo camino recorrido de un modo paradigmático, surgido del propio sector productivo. El desafío es comunicar y, sobre todo, diseminar, que no sean solo los productores de mayor escala. Y para eso hacen falta incentivos”.
Por último, recordó que la UE ha firmado el Pacto Verde para llegar a ser carbono neutro en 2050, con distintas iniciativas. Una es reducir al mínimo el ingreso de productos relacionados con deforestación. Carbono, biodiversidad, deforestación son problemáticas interrelacionadas y demandan acciones conjuntas. Y van creando interés en los consumidores, con cada vez más productos de este tipo.
Para graficar la importancia de la cadena del maíz y el sorgo en la Argentina, Agustín Tejeda, gerente de Estudios Económicos de la Bolsa de Cereales de Buenos Aires, dio algunas cifras. “En cuatro campañas, el área sembrada creció 61% y la producción 63%, por primera vez en 23 años el maíz superó a la soja”, indicó. En cuanto a su contribución económica, presentó algunos valores de 2019: las exportaciones totalizaron 6.600 millones de dólares (un aumento de 60% respecto de 2015); la recaudación fiscal alcanzó 2.960 millones de dólares (77% superior), y el Producto Bruto fue de 12.440 millones de dólares (47% superior).
“Si sumamos no solo la primera transformación, sino también los eslabones de carnes y lácteos, la cadena ya significa el 16% de las exportaciones de la Argentina y el 4,5% del PBI, casi 20.000 millones de dólares". En el período comparado, gracias a la eliminación de las retenciones, la producción creció de 30,7 a 50,6 millones de toneladas de grano comercial.
En cuanto a empleo, el economista recordó que las explotaciones agropecuarias en el país son 250.881 (77.691 con maíz y sorgo), con 735.524 empleos directos, es decir, el 6,2% de los trabajadores registrados en el país.
Por otra parte, Tejeda resaltó la gran contribución de la cadena a los sistemas productivos: el maíz es el cultivo con mayor tecnología, el 92% se hace por siembra directa, el 30% realiza muestreo de suelos, las gramíneas contribuyeron con el 43% del área cultivada.
“El maíz se ha convertido en el cultivo más federal, abriendo la posibilidad de clusters de desarrollo territorial: carne bovina, porcina y aviar, cuencas lecheras, etanol, plantas de molienda húmeda y seca”. No obstante, dijo, “transformamos relativamente poco del maíz que producimos. Hacen falta incentivos y apertura de mercados, porque la Argentina es un mercado maduro y abastecido para estos productos”, indicó.
“Sabemos que la coyuntura es difícil y pone en riesgo lo que conseguimos. Desde el inicio de la campaña 2021 es muy importante un plan integral de gestión de riesgos de mercado, de precios, climáticos, para que se hagan inversiones en medio de tanta incertidumbre”, indicó.
Más allá de la coyuntura, “a mediano y largo plazo se abre una agenda interesante”, dijo, entendiendo la bioeconomía como respuesta: “Una industrialización moderna, potenciando los vínculos entre biomasa, conocimiento e innovación, para producir energía, bienes y servicios con mejor performance ambiental, utilizando de manera más eficiente los recursos naturales. Hay que hacerlo, medirlo y comunicarlo, y ahí vendrá el Programa Argentino de Carbono Neutro”, dijo. Y, parafraseando a Ortega y Gasset, culminó: “¡Argentinos, a las cosas!”.
De manera análoga, Gonzalo Agusto, economista jefe de la Bolsa de Cereales de Córdoba, trazó las características de la cadena maicera en la provincia más maicera: Córdoba, que produce el 38% del cereal, seguida de Buenos Aires, con el 25%, y Santa Fe, con 15%.
En los últimos 5 años, el área maicera en Córdoba creció 69%, a 2,7 millones de hectáreas, el segundo mayor valor registrado, dijo Agusto. “Hace 10 años, por cada hectárea de maíz había 4 de soja; en la última campaña, hubo 1,5, lo que refleja la rotación y la incorporación de maíz en los planteos”.
La última campaña, con rendimientos buenos (84 quintales) pero no récord, Córdoba tuvo una producción de 21 millones de toneladas, el doble que 5 años atrás. En cuanto a disponibilidad del cultivo por habitante, está primera lejos, con 6.000 kilos, frente a los 2.300 de Santa Fe y los 760 kilos por habitante de Buenos Aires.
Otro ejercicio que hizo Agusto para retratar la producción maicera cordobesa fue compararla con los distritos administrativos de los principales competidores: Estados Unidos, Brasil y Ucrania: “Córdoba queda en el 6º puesto, después de Iowa, Illinois, Nebraska, Mato Grosso y Minnesota”.
También se refirió al agregado de valor en origen: dijo que en Córdoba se transformaron 3,7 millones de toneladas, equivalentes al 16-17% de la producción, aunque el promedio es el 35%. La mayor parte se destina a etanol (32%) y tambos (23), y luego a producción ganadera y porcina (12% cada una), aviar (10%), molienda húmeda (9%) y seca (2%).
En cuanto a la producción de etanol de maíz en la Argentina, Agusto mostró cómo fue creciendo con respecto al de caña de azúcar, hasta superarlo en 2019 en una proporción de 52/48%. Y “Córdoba produce el 71% del etanol en base a maíz”, dijo Agusto.
Por último, se refirió al programa de Buenas Prácticas Agropecuarias de la provincia, que instrumentó un sistema de recompensas monetarias y ya abarca 1 millón de hectáreas.
El panel cerró con el secretario de Agricultura, Ganadería y Pesca de la Nación, Julián Echazarreta, que fue repasando el entramado de leyes que regulan al sector en diversos aspectos, para detenerse en algunas. “El maíz hace tambalear viejas dicotomías como campo versus industria. A los argentinos nos suele costar llevar adelante, pero la cadena de maíz fue a las cosas”, dijo, retomando la expresión del filósofo español. “Los 50,2 millones de toneladas de maíz de la campaña pasada son imprescindibles para mantener otras industrias y la exportación, y dan cuenta de que la cadena va a los hechos”.
Además, destacó que “el cultivo de maíz tiene un papel clave por sus implicancias positivas en la rotación de cultivos”. Respecto de la Ley de Biocombustibles, que vence el próximo año, dijo que “debe ser reemplazada por una que cree nuevos polos agropecuarios. Hay tecnología y desarrollos nacionales que sustentan la industria del biocombustible”. En este sentido, destacó que, “cuando se instala una fábrica de etanol, se contratan ingenieros, técnicos, convenios con universidades, un polo de conocimientos, energía. En la Argentina está la tecnología, el capital humano está vigente en la cadena”. Y fue más allá, al referirse no solo al bioetanol sino también al biogás que puede producirse con los purines de cerdo, mientras que el resto de residuos sólidos sirve como fertilizante orgánico para “completar el ciclo de economía circular”.
Por último, advirtió que, “aun con todo el entramado legal, tenemos algunas leyes pendientes”, y refirió la ley de aplicación de fitosanitarios, la de conservación y mejoramiento del uso de suelos (que perdió status parlamentario por una cuestión tributaria) y una ley de humedales, entre otras.
“Hay grandes potencialidades para crecer en biotecnología y bioeconomía”, aseguró, y pidió hacer un “homenaje al productor argentino que invierte fuerte e incansablemente, que se apoya en la tecnología de la información”. Echazarreta culminó diciendo que la “integrada, conectada y previsora cadena de maíz echa por tierra la diferencia campo-industria. Los insto a seguir su hoja de ruta, desde el Estado cuentan con todo el apoyo que sea menester desde el área que me compete”.